Vivir al margen de la realidad

La única posibilidad que le queda a Cifuentes es un tribunal del que hayan fallecido todos sus componentes

Ramón Pérez-Maura

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Algunos no hemos necesitado del máster de Cristina Cifuentes para estar seguros, desde hace muchos años, que algún día esta mujer sería un problema para el Partido Popular. Ya cuando se anunció su candidatura a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en 2015 Cifuentes no tuvo inconveniente en explicar que ella era partidaria del aborto y republicana. Que debe de ser el perfil de votante que ella cree que es la base electoral del PP. El 17 de marzo de 2016 hizo que su partido apoyase en la Asamblea de Madrid una iniciativa para promover la regulación de la gestación subrogada. Iniciativa verdaderamente notable considerando que la Comunidad de Madrid no tiene competencias en la materia. A nadie pudo sorprender que hubiera tres diputados de las filas de Cifuentes que se negaran a apoyar la iniciativa por razones de conciencia. Pero la conciencia es algo que para Cifuentes sólo puede invocarse cuando le interesa a ella. Aquellos diputados fueron calificados desde la dirección de su grupo parlamentario como «mojigatos». En el PP de Cifuentes no hay cabida para las cuestiones de conciencia. Y esta misma Cifuentes es la que hace poco más de un año organizó el teatro de unas falsas primarias en las que no bastaba con ser afiliado al PP madrileño para poder votar y en las que no se envió una carta a todos los afiliados del partido informándoles de que había la posibilidad de participar en la elección de quien presidiera la formación. Esa es la democracia de Cifuentes.

Podríamos seguir con otros ejemplos, pero creo que estos son bastante ilustrativos del tipo de personalidad política que es Cristina Cifuentes. A todo eso se ha sumado ahora el caso del máster en el que se veía venir el descalabro desde que el primer día Cifuentes se hizo un selfie derrochando chulería y diciendo que ella no se iba. La actitud ese día ya era insoportable para su propio electorado.

¿De verdad hay alguien en el PP que se crea que Cifuentes hizo un máster? ¿Ésta es la dirigente que se permitía dar lecciones de ética, moral y pulcritud a sus compañeros de filas? ¿Puede haber una sola persona en ese partido que crea que la presidenta de la formación en Madrid no ha mentido? Un máster en el que nunca la vio nadie ni nadie la examinó a pesar de que ella dice que hizo el examen. La única posibilidad que le va quedando a Cifuentes para tener una coartada es conseguir armar un supuesto tribunal cuyos integrantes hayan fallecido todos. No me negarán que es inverosímil haber defendido su trabajo de fin de máster con un expediente en el que -por error, claro- ponía que no se había presentado a dos asignaturas. Sería un error administrativo, pero tendría que haberse corregido antes de presentarse al examen en el que nadie la vio, no dos años después.

Hace lustros que el PP tiene problemas para conseguir el voto de los jóvenes. ¿Se dan cuenta del daño que les está causando Cifuentes entre los universitarios que en estos días están preparando su trabajo de fin de carrera o de fin de máster. Un trabajo que en el caso de los másteres es habilitante para poder practicar sus profesiones. No como en el caso del título de la todavía presidenta regional.

La imagen de Cifuentes en Sevilla este fin de semana, recibiendo una ovación en pie de los participantes en la convención, es especialmente grave para el PP. Porque demuestra vivir al margen de la realidad. Éste no es el falso escándalo de los trajes de Camps. Y a Camps se lo quitaron de encima siendo inocente y sin esperar a la actuación de la Justicia a la que tanto invocan ahora.

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