Los tiempos del presidente

Los cinco logros inesperados del 155 tienen mucho que ver con el manejo de los tiempos de Rajoy

Edurne Uriarte

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Michael Ignatieff es el autor del libro más brillante sobre política de los últimos años, «Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política», que une la calidad académica con su compromiso y originalidad intelectual y con un tercer ingrediente al alcance de pocos analistas, la experiencia de primera mano en la batalla política. Nadie mejor que él para afirmar que la cualidad más importante de un político es el dominio de los tiempos, justamente la que posee en un grado sumo Mariano Rajoy y que poco a poco comienzan a reconocerle hasta sus enemigos, o sobre todo ellos.

Es esa maestría en el manejo de los tiempos la que le ha permitido aplicar el temido155 con cinco logros por los que nadie apostaba hace tan solo dos meses. Y que difícilmente se habrían conseguido si el 155 se hubiera aplicado antes, como pedían algunos. Cuesta imaginar, por ejemplo, el primer logro del presidente, la unidad constitucionalista, esa insólita reunión de los principales líderes del PP, de Ciudadanos, y lo más sorprendente, del PSC, a la cabeza de la manifestación patriota en Barcelona, tras esa medida radical del Estado que era tabú aún este mismo verano. Que ha sido tabú a lo largo de toda la democracia. Realmente, era tabú cualquier medida dura contra las pretensiones nacionalistas, no sólo el 155. De hecho, todos y cada uno de los Gobiernos de la democracia han cedido ante ellos, precisamente menos Mariano Rajoy. Que ha conseguido un segundo efecto aún más importante, la masiva salida a la calle del patriotismo español, también por primera vez en la historia de nuestra democracia. Lo han conseguido sobre todo los propios golpistas con sus provocaciones, pero sabemos que cualquier error de cálculo en la respuesta habría dificultado esa impresionante explosión pública del patriotismo español.

El manejo de los tiempos de Rajoy ha sido también fundamental para deslegitimar al Gobierno catalán. Antes del 1-O, y sin las reiteradas llamadas a la cordura, los golpistas podían haber alcanzado el ansiado papel de víctimas que buscaron en todo momento. Pero he aquí que hasta en la propia Cataluña se han convertido en alocados más que en víctimas, muy en especial tras los ruegos de moderación y evitación de la DUI que les han llegado en estas últimas semanas desde amplios sectores de la sociedad catalana. Lo más extraordinario de este 155 es que incluso muchos nacionalistas están aliviados ante el abismo al que habían sido arrastrados por los fanáticos.

El tiempo del 155 ha ahondado igualmente las contradicciones y la división en el propio nacionalismo. El jueves pasado se produjo el estallido final de las contradicciones que veremos cómo se resuelven en los próximos meses. Dentro del PDECat, y entre éstos y ERC y CUP. Y que acabarán, seguramente, con una vuelta a la vida del nacionalismo moderado que sí está en la sociedad pero ha desaparecido en las élites políticas. Rajoy incluso ha logrado un quinto efecto, un cerrado apoyo internacional a una medida rechazada en muchos círculos mediáticos de otros países, no porque desconozcan los hechos, sino porque se empeñan en interpretarlos como si siguiéramos en el franquismo. Como les pasó con ETA hasta su final. El 155 no acabará con el problema catalán porque no hay solución perfecta alguna para el problema catalán, tan sólo maneras más o menos acertadas de gestionar un conflicto permanente. La gestión de Rajoy ha sido inteligente. Queda por ver cuál será la acción de quienes tienen la mayor capacidad de influencia, los propios ciudadanos constitucionalistas de Cataluña.

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