La tercera persona

Hay algo que no le podemos negar a Sánchez, y es que no tiene ningún problema en llamarnos imbéciles a la cara

Salvador Sostres

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No es nuevo que para la izquierda los derechos son propios y los deberes, siempre en tercera persona. Pedro Sánchez negándose a la transparencia que tanto le exigió al presidente Rajoy es lo mismo que su doctorado: es una característica socialista pensar que la ética y la virtud es algo que sirve para insultar con razón o sin razón a los demás, y para alardear normalmente sin motivo de uno mismo.

De todos modos hay algo que no le podemos negar a Sánchez, y es que no tiene ningún problema en llamarnos imbéciles a la cara. El tipo lo hace con una soltura admirable. No sólo no esconde su impostura sino que pone todos los medios para mostrarla, con un impudor digno de mejor causa. No sé si es sinceridad o temeridad, una jeta tan deslumbrante que ni consigue darse cuenta de ella o la chulería exhibicionista de quien se cree por encima del bien y del mal; pero lo que es seguro es que todo el mundo puede minuciosamente ver lo que Sánchez es y representa, y que si por lo tanto el día 28 gana las elecciones, los españoles no podremos de ninguna manera quejarnos de que semejante farsante gobierne nuestras vidas, con su incapacidad que no podremos decir que nos resulte novedosa, y nos conduzca inevitable y trágicamente hacia las rocas.

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