Soli deo gloria

Además de buena gestión económica, hace falta defender los valores que tantos partidos de centro derecha han abandonado

Ramón Pérez-Maura

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Nadie duda que los logros económicos son fundamentales para el éxito electoral. La única manera de conseguir ganar unas elecciones con una economía quebrada es estar pasando por tiempos de guerra. Un candidato que ha rebajado el paro a casi una tercera parte de lo que era, que ha logrado un crecimiento de un impresionante 4 por ciento y que ha logrado que los salarios suban un 10 por ciento sin duda tiene unas condiciones idóneas para la victoria. Como las tendría Mariano Rajoy con sus propios éxitos económicos. Porque éstas no son las cifras de Rajoy -que no va mal en ese terreno- sino las del denostado Viktor Orban al que los húngaros han dado la tercera victoria consecutiva. La primera fue por mayoría absoluta; la segunda por mayoría de dos tercios -que perdió en unas elecciones parciales- y esta tercera por una más cómoda mayoría de dos tercios. ¿Llegó hasta esa cota gracias a la economía? No sólo, por supuesto. Llegó por sus políticas que han sacado de quicio a la izquierda del mundo entero y sus medios de comunicación afines. La primera edición de un diario madrileño decía ayer en portada sobre Orban que «La alta participación en las elecciones puede impedir su mayoría absoluta». Lo que en segunda edición se convirtió en «Los húngaros premian sus políticas xenófobas con un tercer mandato». En ese contexto era mejor ignorar la alta participación y que no sólo no habían perdido la mayoría absoluta sino que habían logrado dos tercios. Minucias.

Porque Fidesz, el partido de Orban, miembro del Partido Popular Europeo, tiene que agradecer a otros que hayan fomentado la aparición de un partido de ultraderecha, Jobbik, que se engendró con el fin de robar los votos supuestamente ultras del Fidesz. Un partido declaradamente xenófobo, no como el Fidesz. Pero ¡Oh, sorpresa! El indeseable Jobbik no ha quitado ni un sufragio a Orban y los suyos. Se los ha quitado a los socialistas a los que ha relegado al tercer puesto con sólo 20 escaños en un Parlamento de 199. Insuperable.

La lección evidente para toda Europa y especialmente para el centro derecha europeo es que además de buena gestión económica, hace falta defender los valores que tantos partidos de centro derecha han abandonado en el baúl de los recuerdos mientras defienden a personas como Cristina Cifuentes, cuya ideología se limita a sus propios intereses de promoción personal. El orgullo de las fronteras europeas, la defensa de la cultura propia frente a quienes vienen a imponer la suya contra la nuestra, las raíces culturales que algunos internacionalismos llevan siglos queriendo borrar, implican que algunos te llamen xenófobo. Y Orban ha hecho eso siempre desde el europeísmo y la defensa de las fronteras europeas cumpliendo la legislación de la UE. No por nada, en la fiesta de la noche electoral se gritaba el lema Soli Deo gloria, Sólo gloria a Dios. Intolerable.

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