Tribuna abierta

Yo sí creo en las encuestas

Cuando el método de entrevista es más propio del siglo XX que de la sociedad actual, como es el caso del CIS, que todavía hace sus encuestas domiciliarias, la calibración de la muestra es todavía más importante

Separatistas de Quebec, en 1995 ABC
Narciso Michavila

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Quebec vota hoy sin saber quién gobernará, pero con la certeza de que el Partido Quebequés tendrá los peores resultados de su historia. La promesa de un tercer referéndum de independencia les hundió en la anterior campaña electoral y desde entonces no ha dejado de bajar en intención de voto. Y es que, como dice Michael Ignatieff en sus memorias Fuego y cenizas : «Los quebequeses han esperado muchas cosas de nuestra política nacional pero todas se reducen a una: el reconocimiento de su identidad específica como pueblo». Ahora bien, esa identidad no implica, para la gran mayoría, una renuncia a su identidad como canadienses.

Analizar desde Montreal este debate es apasionante, y hacerlo sin encuestas sería mera especulación, pero lo más importante es hacerlo con quienes llevan años realizando e interpretando esas encuestas. Detrás de cada sondeo hay cientos de horas de entrevistas y de trabajo de sociólogos y estadísticos, con el objetivo principal de que la muestra sea lo más representativa de la población. Cuando el método de entrevista es más propio del siglo XX que de la sociedad actual, como es el caso del CIS, que todavía hace sus encuestas domiciliarias, la calibración de la muestra es todavía más importante. En caso contrario, siempre saldrá sobrestimada, por ejemplo, la proporción de parados e inactivos, de votantes del Partido Socialista o de ciudadanos con menor nivel de estudios. Por eso todas las encuestas tienen un proceso de calibrado, coloquialmente denominado cocina: en España, en Canadá o cualquier país del mundo.

Los nuevos responsables del CIS, para defender su sorprendente cambio metodológico, argumentan que las encuestas son fetichismo, que los medios de comunicación engañan, que todos los que les precedieron estaban equivocados y que las empresas de investigación social somos incapaces de estimar. ¡No es cierto! La gran ventaja de las encuestas electorales es que todo el mundo puede medir el grado de precisión de las estimaciones: es el principal aval de los institutos. Si los decisores tuvieran más en cuenta el diagnóstico profesional de la realidad social en lugar de pretender retorcerla se evitarían buena parte de los conflictos sociales. El procés de Cataluña es un ejemplo paradigmático. La realidad siempre se acaba vengando del que la desprecia. Si el CIS aplica a la próxima encuesta preelectoral –seguramente las autonómicas de Andalucía– el método de estimación que ahora defiende con ahínco, su desvío será histórico. Espero que no lo haga por el buen nombre del Instituto y de los que sí creemos en las encuestas. Yo sí creo en las encuestas.

Narciso Michavila es sociólogo y presidente de GAD3

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