¿Seny?

Lo que se ve no es un recital de cordura

Luis Ventoso

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Si Cataluña se convirtió en el territorio más próspero de España algún mérito y cualidades hubieron de tener sus habitantes. Es cierto que se benefició de prebendas del Estado, que ayudaron a que una región que a comienzos del XVIII iba peor que Galicia y tenía menos población descollase a partir del arranque del XIX. Una decisión del Gobierno de Madrid lo cambió todo: la concesión a Cataluña del monopolio del textil, única industria de peso del momento. Suponía un privilegio tan enorme que un observador sagaz, Stendhal, lo escribió asombrado tras visitar España. Hubo más. Por ejemplo, suele olvidarse que hasta los años setenta Madrid tenía prohibido organizar ferias internacionales , mientras que Barcelona era una de las ciudades que disfrutaban del monopolio ferial. Resulta revelador que en cuanto se acabó con ese anacronismo y se abrió la competencia, Madrid se puso en órbita y hoy Ifema casi dobla a su competidor barcelonés. Del mismo modo, caído el muro que protegía al textil catalán, la mayor firma española de moda ya no surgió allí, sino en un lugar improbable, La Coruña. A los nacionalistas catalanes les irrita que se recuerden estas cosas, y se entiende, pues desmontan de manera inapelable la insufrible cantinela victimista.

Pero existían también unas cualidades catalanas excelentes, que les permitieron aprovechar las oportunidades. Allí bullía el instinto comercial que faltaba en otras regiones, un espíritu industrioso y lleno de ingenio. En paralelo, el carácter local resultaba más bien austero, ahorrativo y prudente. Los catalanes eran gente mirada, que no hacía estupideces. Los adornaba también su facilidad para la persuasión mercantil. En resumen: serios, laboriosos, discretos y hábiles. Para definir su forma de ser ellos mismos acuñaron un término, el «seny», un sentido común casi endémico, que los diferenciaba de pueblos de temperamento más atolondrado. Por último, Cataluña, por ubicación geográfica , fue siempre puerta a Europa y vía de entrada de ideas y modernidad. La región más cosmopolita y cultivada. La admirada por el resto de los españoles y a donde emigraron millones de ellos.

El problema es que las cualidades de los pueblos no son inmutables. ¿Qué tienen que ver los admirables griegos clásicos con los de hoy? ¿Qué queda en las abatidas poblaciones del Norte de Inglaterra de su genio en la Revolución Industrial? ¿Por qué los coreanos del Norte y el Sur, idénticos, evolucionaron en plazo corto de modo tan antagónico? Lo pueblos cambian y enunciaré una verdad incómoda: mirando a la Cataluña de hoy no se vislumbran las cualidades que la hicieron grande, sino una población descentrada, que ha inventado problemas inexistentes, donde la mitad siguen votando por unos xenófobos que además los arruinan (el turismo ha caído un 20%, y de eso vive Barcelona). Un pueblo que ve normales patochadas tan insólitas como que un presidente tome posesión vía Skype , algo que no se admitiría ni en Kabul, o que tolera -o jalea- que una vanguardia de iluminados los haya vuelto enojosos para el resto de sus compatriotas, pues insultar se paga. ¿Seny? ¿Dónde?

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