Editorial ABC

Sánchez impone silencio en el PSOE

El presidente ha secuestrado al PSOE, evitando cualquier voz crítica con sus planteamientos porque lo relevante es la consecución del poder

ABC

En esta etapa de convulsión interna en todos los partidos y de incertidumbre sobre el futuro de algunos gobiernos autonómicos y la investidura de Pedro Sánchez, llama la atención el extraño silencio que se ha instalado en el PSOE tras el acuerdo sellado anteayer en Navarra. La aquiescencia socialista permitió el acceso de Bildu a la Mesa del Parlamento navarro, de modo que definitivamente parece que Sánchez orientará su investidura hacia acuerdos con ERC o incluso con los diputados de Bildu para asegurarse la conformación de un Gobierno. Sin embargo, el PSOE, un partido siempre inmerso en debates internos respecto al modelo de Estado o los límites de las alianzas, calla. Ninguno de sus «barones» regionales tradicionalmente críticos con Sánchez, y frontalmente opuestos a ceder ante los herederos de Batasuna, ha alzado la voz por lo ocurrido en Navarra. Sánchez no solo acumula el doble mérito de haber triunfado en la moción de censura y de haber obtenido la mayoría en las elecciones generales, sino que ha logrado que el PSOE sea una tumba en la que no exista la disidencia y nadie discuta sus decisiones. Sánchez ha secuestrado al PSOE evitando cualquier voz crítica con sus planteamientos porque a la larga lo relevante es la consecución del poder y no los métodos utilizados. Ahora ya se sabe que no decían la verdad los dirigentes de su Gobierno que admitieron recientemente que el PSOE nunca rebasaría la «línea roja» de negociar con el partido de Arnaldo Otegui. Por acción u omisión, lo ha hecho, y es muy probable que Navarra forme parte de una estrategia global que permita a Sánchez superar la investidura de la mano del populismo, el nacionalismo y el separatismo. Ahora los números sí empiezan a cuadrarle, y en el aire empiezan a flotar las abstenciones de los cuatro diputados de Bildu.

Después, el PSOE se quejará. Pero el único partido que merece un cordón sanitario en España es el que continúa, a día de hoy, sin condenar los crímenes de ETA, ensalzando a los terroristas, blanqueando a pistoleros y homenajeando a asesinos. El PSOE solo habla de cordones sanitarios desde una percepción tan cínica como poco ética del poder. Por eso algunos silencios en el PSOE resultan ominosos y ofensivos. Ni siquiera puede servir como coartada el argumento de que la negativa del PP o Cs a desbloquear la investidura de Sánchez le aboca a cerrar acuerdos diferidos o más o menos solapados con Bildu y el separatismo. Es una cuestión de dignidad política que pone de manifiesto que en el PSOE solo hay discusión interna cuando se trata de pugnar por su liderazgo. Pero una vez que Sánchez lo ha atado con firmeza, nadie discute siquiera esta cesión a Otegui. Sánchez no ha cerrado aún su investidura, y no es descartable una repetición de los comicios. Pero las señales que emite son preocupantes para España, y deberían serlo también para el PSOE.

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