ARASH ARJOMANDI

Ruiz-Doménec y la trama de la historia

La idea vertebradora y axial del pensamiento histórico de este estudioso es su concepción de la historia como una sucesión de periodos, relativamente cortos de tiempo, que acarrean efectos trascendentes

Arash Arjomandi

El periodo estival suele ser una época en la que, debido al tiempo libre que nos regala, solemos tener citas y reuniones con los amigos de nuestros amigos. Por ello, en el verano aumentamos, generalmente, la red de nuevas amistades que entablamos por el gran valor humano e intelectual que cada una de ellas nos aportan.

A finales del mes de julio, mi esposa y yo tuvimos el inmenso privilegio de conocer a una de las personas intelectualmente más estimulantes con las que uno pueda acaso entablar relación gracias a una cena estival. En una entrañable velada propiciada por mi amigo Amadeus Pié y su inteligente esposa, tuvimos la inestimable oportunidad de conocer a uno de los historiadores más relevantes de nuestro país: José Enrique Ruiz-Doménec (Granada, 1948), profesor de la Universidad Autónoma de la ciudad condal desde 1969 y discípulo de Georges Duby (seguramente, el historiador medieval más importante del siglo XX). Por su capacidad comunicativa y divulgativa a la hora de exponer, para no historiadores, sentidos originales o desapercibidos de los acontecimientos históricos, Ruiz-Doménec es un destacadísimo intelectual que debe ser más leído y admirado por el gran público.

La idea vertebradora y axial del pensamiento histórico de este estudioso es su concepción de la historia como una sucesión de periodos, relativamente cortos de tiempo, que acarrean efectos trascendentes. A estos episodios los denomina épocas con legado o momentos decisivos. Para él, no cualquier periodo o conjunto de sucesos trasciende o deja legado, por muy ruidosos que éstos sean o grande el número de personas o colectivos a los que afecten.

Sólo trascienden a etapas posteriores aquellos episodios o épocas de la historia que arrancan debido a un nudo problemático, transcurren como despliegue del mismo, evolucionan hacia un punto de clímax en su proceso que búsqueda de un desenlace del problema inicial y se cierran gracias a una salida o solución al núcleo problemático que desencadenó los hechos conformadores del periodo.

A esa lógica interna de las etapas trascendentes de la historia, en clave de aparición de un núcleo problemático, búsqueda de soluciones al mismo y una suerte de desenredo o resolución, Ruiz-Doménec la denomina trama de cada época o episodio. Esa trama es, según este grandísimo investigador e intérprete histórico, la prosa de la historia: el diagnóstico de los sucesos.

Para nuestro historiador granadino-barcelonés, si descubrimos la trama de cada periodo histórico, hemos descubierto las reglas que lo rigen. No es difícil, tras ello, conocer, e incluso, imaginar sus contenidos.

Esos periodos o episodios decisivos los denomina también momentos que cambian la historia. La resonancia dialéctica del término -extraído a su vez de la ciencia física- es inconfundible. Un momento es cada vez que experimenta impulso o ímpetu el movimiento de un objeto.

«La historia descubre que todas las épocas son tanto nuevas como antiguas y abiertas al futuro; esa región de la que nadie sabe nada», dice Ruiz-Doménec. Tesis que se halla en perfecta afinidad con uno de mis filósofos de cabecera: Karl Popper. Según Popper, la ciencia histórica tiene como objetivo, no el descubrimiento de leyes en la historia (por cuanto éstas son inexistentes, que es lo mismo que decir, con Ruiz-Doménec, que del futuro nadie sabe nada), sino la comprensión del sentido de los acontecimientos; lo que nuestro historiador denomina la trama.

En concordancia con nuestro historiador, el filósofo vienés atribuye dos tipos de novedad a todo hecho histórico –en contraposición al historicismo que niega que haya verdadera novedad en la historia–: de un lado, lo novedoso que es, siempre, el modo en que se combinan los distintos hechos; y, de otro, la novedad intrínseca que supone todo suceso por constituir un hecho concreto acaecido en un momento temporal particular.

Este segundo tipo de novedad que comporta todo periodo histórico deriva de los sucesos que denominamos accidentales: aquellos que no son consecuencia de otros hechos, en el sentido de que no se derivan de decisiones racionales tomadas por sujetos que hayan actuado en virtud de un cálculo lógico de los eventos. Sino que son desviaciones con respecto de lo que Popper denomina método cero o modelo ideal: la acción racional de los sujetos; las decisiones que hubieran sido lógicas en un contexto determinado. Por ello, precisamente, la ciencia histórica es capaz de descubrir esas desviaciones detectadas cuando las acciones no responden al modelo ideal. El otro carácter novedoso de cualquier suceso histórico emana precisamente de la trama en cuya virtud se vincula, mediante nexos causales, a la cadena de acontecimientos posteriores.

@ArashArjoma es filósofo y profesor de la EUSS (UAB)

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