Rehenes de un ataque de celos

Un defensa menor ha dejado a España sin entrenador a las puertas del Mundial. Sí, hay una conjura de los necios. Y a veces no estoy seguro de tener suficiente fuerza para desbaratarla

Salvador Sostres

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Luis Rubiales es la moral del funcionario arremetiendo contra la empresa privada. La mediocridad burocrática contra el empuje de la creación de riqueza. La cínica, barata y mezquina apelación a «los valores» para disparar contra el talento y la inteligencia.

Cuando me hablan de valores yo saco la pistola. No he visto ni a un sólo apologeta de los valores que no nos hiciera más daño que del que se supone que nos iba a defender. Un ataque de cuernos de un defensa menor ha dejado a España sin entrenador a las puertas del Mundial. Sí, hay una conjura de los necios. Y a veces no estoy seguro de tener suficiente fuerza para desbaratarla.

El fútbol español son los clubes. Y en gran medida, como hemos podido comprobar en los últimos años, lo mejor del fútbol mundial son los clubes españoles. La arrogancia de funcionario de manguito y matasellos con que Rubiales ha cesado al entrenador Lopetegui por haber fichado por el Real Madrid se inscribe en nuestra peor historia de resentimiento y atraso. Hay una España tenebrosa y cateta que nunca acaba de extinguirse y que el presidente de la RFEF ha recuperado para nuestra más absoluta desolación y vergüenza.

Rubiales tendría que vivir en el agradecimiento permanente a los clubes y a sus presidentes porque hacen posible, con su empeño y su inteligencia, el prodigio del fútbol español. Tendría que estar mandándoles cada día del año felicitaciones navideñas, aunque fuera verano o primavera, y no la reacción de mujer despechada e histérica con que ha insultado al Madrid y nos ha dejado a todos huérfanos.

La liga europea de clubes libremente asociados, como la NBA, lejos de la desmoralizante telaraña estatal, tendría que ser cuanto antes una realidad

Tras esta demostración de irresponsabilidad, de deslealtad y de bajeza de Rubiales con Julen Lopetegui y con el Real Madrid, los clubes españoles, sobre todo los de más peso, tendrían que reflexionar sobre si el paraguas de la Federación les continúa resultando útil. Una asociación privada de clubes que organizara sus propias competiciones, y que cobrara lo que estimara oportuno por ceder sus jugadores a la Selección, sería un modo de funcionar más interesante y justo, y estaría a salvo de ineptos engreídos que se creen con derecho a tomar de rehén de sus ataques de celos a un país entero.

La liga europea de clubes libremente asociados, como la NBA, lejos de la desmoralizante telaraña estatal, tendría que ser cuanto antes una realidad.

Desde el barcelonismo más aldeano, se ha defendido a Rubiales celebrando que «haya plantado cara al poder de verdad». Que precisamente el barcelonismo, con lo que el Barcelona es y representa, no entienda que por encima de la rivalidad deportiva está la causa de la libertad, y que el único «poder de verdad» es o tendría que ser el talento, la competitividad y la creación empresarial, explica el naufragio moral e institucional del Barça como club y como equipo, y que el ridículo que lleva ya algunas temporadas haciendo en Europa no es ninguna casualidad.

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