La progresía censora

«Periodismo y censura. Caray con la progresía. Uno imaginaba que progresar era avanzar, no laminar»

Agustín Pery

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Imposible sustraerse al graznido tuitero. Cómo soslayar el recuerdo de todos esos compañeros que han desertado, zaheridos por los picotazos del cuervo. Uno tiembla no de miedo sino de indignación cuando el rodillo político y mediático se hermanan en una causa común: edificar un totalitarismo ideológico en el que no se admiten fisuras. A un lado, el pueblo solidario; del otro, nosotros, los fascistas. Tampoco en eso son excesivamente originales. Actúan con la bula de la verdad infalible. La autoritas arrogada les hace acaso aletear con más fuerza, sacar las garras y estrangular a la pre(n)sa. Irene Montero , tan batalladora ella, tan selectivamente solidaria, tan torticera, aconseja a los propietarios de este grupo editorial, o más bien a quienes ella considera que lo son, prohibir determinados tipos de portada. Periodismo y censura. Caray con la progresía. Uno imaginaba que progresar era avanzar, no laminar. El pecado por el que somos juzgados y condenados por estos torquemadas, no es otro que nuestra portada del pasado domingo. En ella, bajo el rostro descarnado de una joven subsahariana que ha padecido las dentelladas de ese lobo rabioso que es el ser humano, alertábamos sobre el efecto llamada. Tremendo. Cómo osamos apostar por ser realistas antes que efectistas . Es lo malo de pensar que todo se puede agitar con 140 caracteres y un eslogan con vocación viral. Es su zona de confort, alentar una censura y dedicar la tarde a ver cuántos retweets y cortes televisivos he conseguido. Sirve para masacrar a un compañero (podría dar muchos nombres a la izquierda de quien les escribe) por salirse del pensamiento monolítico, por dudar del chalé o barruntar que acaso más de 2.300 efectivos humanitarios y periodísticos aguardando en una orilla a 630 almas es un hiriente contraste con los 1.100 que ese mismo fin de semana arribaban a nuestras costas en botes de goma.

Lo que la insigne Montero nos exige, Podemos nunca pide , no es que seamos ciegos. Mucho peor, prefiere que obviemos la realidad, al menos tal y como libremente la vemos. Irene considera que nosotros somos muy malos y ustedes, les gustemos o no, unos idiotas.

Porque lo que toca ahora es ser solidario. ¿Lo es más Irene que yo? No lo sé, pero tampoco lo creo. ¿Sabe ella si a mi me conmueve ver a esa joven sonreír en el Aquarius acaso por primera vez en meses? ¿ Cree que nos importa poco lo que le ocurra a todos esos congéneres? ¿Que no distinguimos a las víctimas de sus explotadores?

Si algo me da más asco que la censura es teatralizar el dolor y elevar muros para separarnos en función de lo que opinamos, defendemos y hasta de lo que alertamos. Miren un poco alrededor, igual hasta se ahorran un graznido censor y podemos pensar entre todos no en el hoy del refugiado sino en su mañana, tan fabuladamente hermoso como traicionero.

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