Vivimos como suizos

Presupuestos penetrantes

Si hubiera más escrutinio de las cosas absurdas que pagan las administraciones nos escandalizaríamos más

Rosa Belmonte

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Igual que a veces un matrimonio puede ser una forma de prostitución, un informe encargado legalmente por un ayuntamiento puede asimilarse a los chanchullos fraudulentos de una administración. El escándalo de la Faffe, los 252 millones que recibió para subvenciones de cursos o programas de inserción laboral, los 50 millones no justificados, los pagos en prostíbulos, los falsos funcionarios, los 8.844 contratos irregulares (200 eran primos, amigos, cuñados y conocidos del PSOE) tampoco se diferencian mucho de subvenciones municipales a gente afín o asociaciones de allegados. Nos lo hemos pasado muy bien con los gastos en puticlubs (usar esta palabra tan bonita y tradicional se ha cargado en el debe de Moreno Bonilla) y cuando supimos, también lo desveló ABC, que al Ayuntamiento de Madrid se le ha ocurrido un sistema monetario anticapitalista. Una idea original de los todavía no olvidados Sánchez Mato y Eduardo Garzón (con los hermanos Garzón no se sabe muy bien quién es el listo). A la moneda de intercambio le pusieron madroño, aunque antes se llamó boniato. Cortycoles ya estaba pillado.

Un ayuntamiento, una comunidad, una administración cualquiera que reparte dinero puede ser tan tonta como una revista con ínfulas intelectuales. Dejando aparte la corrupción regular (la de embolsarse ilícitamente dinero o favorecer que se lo embolsen otros), está la corrupción de la subvención. Si hubiera más escrutinio de las cosas absurdas que se pagan nos llevaríamos más a menudo las manos a la cabeza. Por un lado puede estar el gran fiasco urbanístico, económico o político de la Ciudad de la Justicia en Madrid, el sacaperras a gran escala. Pero, por otro, las partidas pequeñas para asociaciones o informes. Hace un par de semanas, Helen Pluckrose, James A. Lindsay y Peter Boghossian contaron que llevaban un año publicando artículos ridículos y falsos en revistas estadounidenses que se dedicaban a lo que ellos llamaron «estudios basados en la queja». Escribieron textos incorrectos pero muy ideológicos. Lo relataron en «Areo» dejando en evidencia a las revistas académicas. Y no es que estén en contra de los estudios de género, raza o sexualidad sino de cómo se están haciendo. Hombre blanco malo. Hombre, en general, malo. En un avance de «House of cards», dice Claire Underwood (Robin Wright): «El reinado del hombre blanco de mediana edad se ha acabado». Sí, para la charlatanería utópica de los serrallos. Entre los artículos que colaron había uno sobre por qué los hombres van a restaurantes con camareras buenorras. Para señalar como un problema su conducta sexual, decían que si van a sitios como Hooters es porque sólo ahí pueden disfrutar del poder de mandar sobre mujeres atractivas. En otro destacaban lo sospechoso de que los hombres no se autopenetraran con juguetes sexuales por temor a ser considerados homosexuales y aseguraban que había que promover el erotismo anal penetrante para aumentar los valores feministas entre los hombres.

Desde el Gobierno se dice que sus Presupuestos van a mejorar la calidad de vida de la gente (no será la de los autónomos y los consumidores). Desde el PP sostienen que son el pilar de una nueva recesión. Las estimaciones de ingresos se dicen infladas. El impuesto digital, el de transacciones financieras, el de Sociedades, el incremento del IRPF en rentas altas... Aumentan los gastos y los impuestos. Y, claro, se mantiene el despilfarro de las duplicidades y el clientelismo. Pero pretenden convencernos de lo bueno del erotismo anal penetrante para aumentar valores sociales.

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