La pista del dinero

Guerra abierta entre independentistas

La coordinadora general del PDECat, Marta Pascal (centro), durante la Asamble Nacional del partido EFE
Salvador Sostres

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Puigdemont quiere quedarse con el dinero del PDECat y por eso necesita que el partido de Marta Pascal -que es quien recibe las subvenciones, porque Junts per Catalunya es una marca registrada por el PDECat- se funda en su nuevo movimiento político, la Crida Nacional, una reedición de aquella Crida per la Solidaritat que Jordi Sánchez y los cachorros de Convergència fundaron en los años 80. Cuando no sepas por qué hace algo un convergente, sigue la pista del dinero. Es el caso de Puigdemont, que lo necesita y además imperiosamente porque nunca ha sido un hombre de provecho y menos va a serlo en el extranjero.

Los convergentes son como aquellos mafiosos que cada mañana acudían a la iglesia y rezaban diciendo: «Señor, danos salud y dinero. Nosotros robaremos el resto». Y tal como la guerra de Convergència no ha sido nunca contra España, sino contra Esquerra, para seguir mandando en la Generalitat, su afán por el poder autonómico ha sido siempre una vieja conversación familiar en la que lo que primero que quedaba claro es cómo se reparten el dinero. Los que tanto clamaban «O Puigdemont o elecciones» fueron los que primero corrieron como roedores a asegurarse el sueldo.

Sin el dinero asegurado, hay nervios en el entorno del fugado de Berlín. El jueves, Elsa Artadi reunió a los altos cargos convergentes en el palacio de la Generalitat para advertirles que quien «hiciera el tonto» en el congreso de este fin de semana, sería el lunes fulminantemente cesado. Puigdemont quiere el dinero y también el poder, consciente de que todo lo que no se tiene muy bien atado suele extinguirse en la distancia.

Hoy veremos la madurez del votante de Convergència y si permite que cuatro exaltados sin recorrido ni fuelle, y con nada más que el relato sentimental de la novia que cuando vas a dejarla te dice: «No puedes hacerme esto», se hagan con lo que queda del partido fundado por el presidente Pujol hace más 40 años y que desde 1980 ha ganado todas y cada una de las elecciones al Parlamento de Cataluña, salvo las últimas, que anecdóticamente las ganó Ciudadanos, y digo «anecdóticamente» porque en nada se ha notado, y Convergència ha podido seguir mandando sin más problemas que los que le plantea Esquerra.

Es aventurado hacer pronósticos sobre qué sucederá, y aunque Marta Pascal no ha sido nada valiente a la hora de defender su posición -ha tenido más miedo que esperanza- y Puigdemont da el congreso por ganado, es temerario desdeñar el poder de reacción de una persona que ha sido demasiado vejada.

Pase lo que pase, éste ha sido el triste arrastrarse del que fuera el partido alfa de la política catalana, y que hoy es carnaza picoteada por buitres sin alma y sin proyecto que sólo buscan su supervivencia personal mordisqueando los restos. Escorada a la izquierda y sin ninguna entidad personal, política ni moral, la vieja Convergència agoniza en manos de gente de tercera regional.

Tenía más dignidad cuando era aquella maquinaria tan bien engrasada que por lo menos servía para robar.

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