Pensar en mis vecinos

El grito de moda estos días es «¡Ojalá os hubieran violado a vosotras!»

Rosa Belmonte

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La gente suele creer que tiene una opinión propia, como Virginia Woolf un cuarto y Julita un castillo. Y habrá quien la tenga. Pero lo corriente es que te arrastre la marea . Como en ese experimento con tablones de madera de distinta longitud donde unas personas, siguiendo instrucciones, sostenían que eran iguales. Dos individuos que no estaban al tanto del engaño afirmaban sin duda que eran distintos, que uno era más largo. Como los compinchados insistían, al final los otros, pese a la perplejidad inicial, solían claudicar. No hacen falta experimentos. En una clase de educación de adultos la profesora preguntó si amor era sustantivo o adjetivo. Casi todos contestaron que adjetivo. Y una alumna: «Si la mayoría de españoles [no de la clase] dice que es adjetivo tiene que ser adjetivo». Y por eso los tres magistrados de la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra llevan escolta. Ya la llevaron cuando ETA asesinó al juez Lidón en 2001. ¡Cuando ETA! El enemigo de ahora es la buena sociedad.

El juez Ricardo González, el del voto particular, hasta se ha quitado la barba de profesor Bacterio. Jesús Cabezuelo, el exmilitar de la Manada, se ha dejado un bigote con el que parece el protagonista de Frantz, la película de François Ozon. Aunque él se verá más en Furia de Fritz Lang (y no estoy diciendo que su caso sea el de Spencer Tracy, salvo por la turbamatic). La buena sociedad son los vecinos. Shirley Jackson publicó en 1948 La lotería, uno de los relatos más turbadores de la historia de la literatura. En España está en sus Cuentos escogidos (Minúscula). Voy a destriparlo, pero esto es como desvelar que Anna Karennina se tira al tren. En el ritual llamado la lotería se elige anualmente a una familia y dentro de esa familia a un miembro para ser lapidado. Y así se asegura la buena cosecha, según las creencias de esa chiflada comunidad. Cuando la gente se pone rimbombante lo describe como un cuento sobre la conformidad y la enajenación . Shirley Jackson explicó que iba a la tienda con el cochecito de su hija, que la noche anterior había estado leyendo un libro sobre la elección de la víctima en un sacrificio y se preguntó si podía ser una buena opción en su pueblo. Y qué pasaría si lo echaran a suerte por familias. Empezó a fantasear con los que conocía. Tras hacer la compra se fue a su casa y lo escribió. Los lectores le preguntaban cómo había podido escribir algo tan espantoso. «Estuve un tiempo intentando decirles que sólo había tenido que pensar en mis vecinos, pero no me creían».

Hace unos días, el grupo punk femenino Las Furias denunció haber sido agredido en el escenario. Fue en Vitoria. Su actuación coincidía con la manifestación para protestar por la libertad condicional de los integrantes de La Manada. Los manifestantes exigieron 30 minutos de silencio a las 20.00 horas, durante su actuación. Ellas dijeron que apoyarían la manifestación y pararían 10 minutos a la hora prevista. El grupo ha contado que les empezaron a gritar «¡Fuera!» y el grito de guerra de moda: «¡Ojalá os hubieran violado a vosotras». Eso además de subir al escenario y partir el bajo al tirar del cable. Lógico que Las Furias, que no son el Trío Acuario, se mostraran estupefactas con la agresión por parte de «gente que no entiende lo que es el feminismo». También porque, dijeron, están en el mismo bando. A mí que no me metan en el bando de los buenos vecinos que desean que te violen y consiguen que los jueces lleven escolta. En el bando de esa mente colectiva infestada de suposiciones sagradas.

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