El patio de mi casa

Sánchez, Iglesias, Errejón y Carmena juegan al corro infantil

Mayte Alcaraz

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El patio de mi casa, que es particular, cuando llueve se moja como los demás. Esta canción tradicional infantil suena en el karaoke de la izquierda en Madrid mientras juegan a cargarse, chocolate molinillo, corre, corre, que te pillo, a Cristina Cifuentes, a estirar a estirar, que el demonio, del PP, va a pasar. En ese corro infantil están jugando frívolamente a hacer historia, y ganar en una moción el poder que la sociedad madrileña les ha negado desde hace 22 años, un grupo de políticos que con sus tejemanejes y a la chita callando dejan el máster de la presidenta de Madrid, por muy injustificable que sea, en un juicio de faltas.

Pedro Sánchez, el más alto del corro escolar, descubre mientras juega a defenestrar a Cifuentes que su secretario general en Madrid, José Manuel Franco Pardo (hay apellidos que no pasan la Ley de Memoria Histórica), le ha ofrecido en un «mira Manuela, si tu quisieras...» la candidatura del primer Ayuntamiento de España a la alcaldesa, que ha humillado a su partido durante tres insoportables años, convirtiéndolo en un costalero de tercera. El mismo Sánchez que dedica las tardes a hacer casting con «mujeres de acreditado prestigio» para rellenar el ticket madrileño y que no recibe más que negativas para encabezar la capital de España: Cristina Narbona, Margarita Robles, quien sabe si en breve Beatriz Corredor… De la mano de Sánchez salta al son del patio de mi casa, un buen político y solvente intelectual, Ángel Gabilondo, que pidió de rodillas no ir a la moción de censura con Podemos, y que fue obligado a tragarse sus palabras horas después. A la izquierda del líder socialista hace corro Pablo Iglesias, otro lumbreras que se entera por un error en la red Telegram, de que su archienemiga Carolina Bescansa, aquella a la que creyó dejar muerta políticamente en la cuneta de la comisión constitucional del Congreso, está muy, pero que muy viva. Tanto que ya hacía pandilla con otro de sus semicadáveres, Íñigo Errejón, para canjear el cromo del apoyo a su candidatura a la Comunidad de Madrid por el respaldo del exportavoz a la política gallega en su asalto al trono morado.

Y cierra este tierno fresco de la nueva política, esa que nos iba a salvar de fachas y desaprensivos en Madrid, la entrañable abuela del cuento, «mira Manuela, si tú quisieras…», que a la vez que hacía oídos a Franco Pardo y provocaba la hiperventilación de Antonio Miguel Carmona, cenaba en secreto con Errejón, el más pequeño de este corro, por ver si se hacían fuertes en un ticket ganador en Madrid, que permitiera a la alcaldesa presionar a Iglesias para eliminar a las Rommy Arce y los Zapata de su futura lista. Si es que se presenta, claro. Porque como Ciudadanos, el invitado de piedra de esta fiesta de chuches, nadie sabe todavía si está y mucho menos si se le espera.

Y llegados a esta entrañable escena, cabe preguntarse si no era mejor un máster universitario no cursado por alguien que ha tenido el buen gusto de ganar unas elecciones, que esta multitudinaria piñata superguay en la que el que piensa, pierde.

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