Patada a seguir

Envuelto en el habitual victimismo y temeroso de la cárcel, Torrent gana tiempo

Luis Ventoso

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La acertada (y tardía) decisión del Gobierno de poner trabas previas de los desafueros sediciosos ya está funcionando. La declaración de esta mañana de Torrent, el separatista que preside el Parlamento catalán, por la que aplaza el pleno de investidura, es solo una patada a seguir. Trata de ganar tiempo para no tomar decisiones de riesgo. Torrent, que como la mayoría de sus compañeros no es precisamente el epítome de la valentía, tiene pánico a la cárcel y se ha escaqueado por la tangente. Ha intentado quedar bien con su parroquia con palabras altisonantes y persistiendo en la patochada de apoyar la investidura del prófugo Puidgemont, pero se ha cuidado de no llevarla a cabo. Y es que la cancha de juego ha cambiado radicalmente. A finales del año pasado, en la gestación del golpe, los insurrectos llevaban siempre la iniciativa. El aparato del Estado avanzaba como un lento paquidermo, que llegaba siempre tarde, cuando los ataques a la legalidad española ya se habían perpetrado. Ahora es diferente. «La mejor defensa es un buen ataque», reza la vieja máxima, y Rajoy ha acabado aplicándola, aunque no concuerde con su inclinación natural. Con la decisión del TC del sábado Torrent quedó maniatado, pues solo tenía dos salidas: investir a la brava a Puigdemont o iniciar el camino hacia la cárcel, el mismo que aterrorizó a su predecesora, Forcadell, hasta el punto de que ha optado por salir del foco. Esta mañana Torrent ha pedido tiempo muerto, pero la espada de Damocles sigue pendiendo sobre su figura.

Por lo demás, qué inmensa fatiga seguir soportando cada día la cansina retórica del victimismo nacionalista. Torrent concluyó su alocución diciendo que «el pueblo de Cataluña merece un respecto». Tiene toda la razón. Merecen, por ejemplo, que el presidente del Parlamento de una región donde ha ganado las elecciones la españolista y jerezana Arrimadas no comparezca en los actos institucionales con el lazo amarillo, que representa a una facción que logró en los comicios menos votos que el constitucionalismo. Merecen que no se les someta al ridículo de pretender que la comunidad sea gobernada a través de FaceTime por un prófugo escondido en Bruselas (si hace tres años nos cuentan algo así, lo habríamos visto como una excentricidad friki de alguna ignota república del tercer mundo). Merecen que se les diga que la ley nos obliga a todos, que no se pueden hacer trajes a medida de un ex presidente a la fuga acusado de gravísimos delitos. Merecen que se acabe esta ominosa suplantación de la realidad, donde quienes tienen menos de la mitad de los votos pontifican como si encarnasen a toda Cataluña y fuesen su única voz.

En resumen: aplazamiento por cobardía, una vez que el Estado ha tomado la iniciativa, y matraca para rato.

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