José María Carrascal

Un partido roto

El PSOE sufre una crisis de identidad, que es lo peor que puede ocurrir a un individuo o a un partido político

José María Carrascal
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Comienza otra semana «crucial» en la que debe resolverse el impasse, atasco, barullo, o como quieran llamar al lío en que está metido el PSOE y paraliza la política española. ¿Y van? Pues todas las semanas transcurridas desde el 20 del pasado diciembre. ¿Lo conseguirá mañana la Comisión Gestora? ¿O el Comité Federal, el próximo sábado? Lo dudo. El PSOE es hoy un partido roto por la mitad, con una partidaria de que haya gobierno, aunque sea de Rajoy, para ejercer la oposición, y la otra negándose a ello, aunque signifique ir a unas nuevas elecciones que serían desastrosas para ellos, quedando detrás de Podemos y con la mitad de votos que el PP. Pero cuando los hombres nos dejamos guiar por los instintos, en vez de por la razón, nos ocurren estas cosas e incluso otras peores.

El PSOE sufre una crisis de identidad, que es lo peor que puede ocurrir a un individuo o a un partido político, pues dentro de él luchan dos personalidades distintas, que terminan siendo enemigas a muerte. Está el PSOE de Felipe González, socialdemócrata, europeísta, prooccidental, y está el PSOE de Pedro Sánchez, podemizado, antisistema, antieuropeo, disputándole la hegemonía de la izquierda y el gobierno de España.

Lo más grave es que, por más que uno y otro presenten razones teóricas, ninguno de ellos puede presumir de razones prácticas a estas alturas de la historia. La socialdemocracia, un híbrido de política social y economía de mercado, se ha visto arrollada por la globalización, que coloca los productos más baratos en los mercados más lejanos, acabando con la industria local y con el Estado de Bienestar, al no haber dinero para financiarlo. Mientras el socialismo puro y duro ha sido ensayado en innumerables países no logrando otra cosa que repartir miseria e igualar por lo bajo, aparte de crear una «nueva clase» tan corrupta como la privilegiada anterior, como describió Djilas. Aún así, hay gentes tan cabreadas –o desesperadas– que lo aceptan. Su lema es: cualquier cosa menos Rajoy. Sin medir las consecuencias.

Son los que en Estados Unidos se disponen a votar a Trump; los que en Francia votan a Le Pen; en España, a Podemos, y así sucesivamente, pues no hay país que se libre de la resaca populista dejada por la crisis económica. Sin importarles el color ideológico. Lo único que les importa es vengarse, dar rienda suelta a su rabia, a su frustración. Sin darse cuenta de que los culpables son ellos, creyendo que el dinero cuelga de los árboles, de que el Estado es la solución de todos los problemas. Hasta que, en bancarrota, se convierte en problema.

En cualquier caso, el tiempo se acaba. El PSOE debe decidir entre Rajoy y nuevas elecciones. Si una cosa es mala, la otra es peor. Aunque eso depende de gustos. Y sobre gustos no hay nada escrito. En política sobre todo.

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