Jaime Gonzalez

Otra vez ganó Rajoy

Perdieron los dos que se disputarán el título, lo que revela hasta qué punto el socialismo exhibió ayer con toda su crudeza las miserias que le han llevado hasta aquí.

Jaime Gonzalez
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Conocíamos las razones por las que el socialismo español está en vías de extinción –pérdida de identidad, división y ausencia de un proyecto común– e intuíamos la existencia de grandes diferencias personales, pero era difícil imaginar que todos esos problemas se iban a mostrar tan crudamente en directo a través de un debate entre los tres candidatos a secretario general. La dureza de los ataques que se lanzaron Susana Díaz y Pedro Sánchez convirtió a Patxi López en epítome de la moderación, título meramente honorífico que no se traducirá en votos, sino en un mero reconocimiento simbólico. Salió airoso –al menos en las formas– quien en ningún caso saldrá triunfador en las urnas, y perdieron los dos que se disputarán el título, lo que revela hasta qué punto el socialismo exhibió ayer con toda su crudeza las miserias que le han llevado hasta aquí.

No se trata de buscar culpables, sino de subrayar que entre Susana Díaz y Pedro Sánchez las discrepancias no son meramente puntuales o de matiz, sino que responden a concepciones antagónicas sobre el papel del socialismo y su estrategia a seguir. Tal como están las cosas, lo menos importante es que Díaz y Sánchez no se soporten; lo grave es que son dos figuras contrapuestas cuyo peso resulta imposible que el PSOE pueda soportar al mismo tiempo. Dicho de otro modo: la solución no pasa por integrar al perdedor –"coser" el partido tras las primarias–, sino por que el perdedor firme su capitulación y admita que su derrota lleva implícita una retirada en toda regla. Dado que la convivencia bajo el mismo techo resulta imposible, no queda otra: ella o él habrán de abandonar el domicilio común.

Puede que entre la militancia socialista la cuestión sobre quién ganó el debate despierte interés, pero el futuro del socialismo no lo decidirán sus afiliados, sino los españoles en su conjunto. Y a tenor de lo visto y oído ayer, no sería disparatado afirmar que el vencedor del debate fue, otra vez, Mariano Rajoy, líder de un partido asolado por la corrupción, pero que sigue siendo el tuerto de un paisaje político donde sus rivales están, en mayor o menor medida, ciegos. Es verdad que cuantitativamente el PSOE es el principal partido de la oposición, pero cualitativamente la oposición no se la está haciendo al PP, sino a sí mismo.

Todo un proceso de mutilación que no se resuelve cosiendo, sino extirpando. Porque sus heridas no se arreglan con una aguja, sino con un bisturí.

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