LA TERCERA

¿Una oportunidad perdida?

«El PP nunca logrará eliminar al PSOE, ni el PSOE logrará eliminar al PP, o lo que ideológicamente ambos partidos representan. Si no se ponen de acuerdo, el electorado, tarde o temprano, les obligará a hacerlo. Ya no son tiempos de totalitarismos más o menos encubiertos de izquierda o derecha, y no reconocerlo así será un gran error»

Juan Díez Nicolás

Siempre que se produce un cambio en la Jefatura del Gobierno de España se abre una oportunidad, pero solo a veces se ha aprovechado. Adviértase que he escrito Jefatura del Gobierno, y no Presidencia del Gobierno, pues desde que se aprobó la Constitución de 1978 he reiterado en múltiples ocasiones que el nombre correcto, en una monarquía constitucional, es el de jefe del Gobierno o primer ministro, como en todas las monarquías constitucionales europeas y también en las repúblicas presidencialistas (con la única excepción de la República de Italia, donde su título es el de presidente del Consejo de Ministros, título que también fue utilizado habitualmente en España desde 1834 hasta el régimen franquista). La cuestión no es baladí, pues de aquí se han derivado consecuencias no anticipadas. En primer lugar, se ha hablado de presidente de España, y el presidente no lo es de España, lo es solo del Gobierno de España. Y ello ha conducido a que se confunda Estado y Gobierno. El Estado siempre ha sido «lo stato», lo permanente, lo estable. El Gobierno es cambiante con cierta periodicidad.

Lo que no parece lógico es que un gobierno, unas veces de derecha y otras de izquierda, ha tomado decisiones para salvar una legislatura que hipotecan al Estado para varias o muchas legislaturas. De aquí se ha derivado un segundo error, el de denominar presidentes a los jefes de gobierno de las Comunidades Autónomas, lo que les ha llevado a pensar que son presidentes de Madrid, o de Andalucía, o de Cataluña o de Navarra, en lugar de Jefes de Gobierno de la Comunidad... Como se suele decir, las palabras las carga el diablo.

Cuando se presentó la moción de censura que acabó con el Gobierno del PP, una gran mayoría de españoles pensaban que el Ejecutivo de Rajoy estaba agotado, carecía de respuestas y soluciones para los principales problemas de España. El PSOE, con González, supo aprovechar bien sus mayorías absolutas desde 1982 hasta 1993, y después (1993-1996), igual que Rodríguez Zapatero (2004-2011) supo construir mayorías parlamentarias que le permitieron gobernar con cierta tranquilidad. Pero el PP no ha sabido utilizar sus dos mayorías absolutas, con Aznar (2000-2004) y con Rajoy (2011-2015). Y cuando ha gobernado sin mayoría absoluta (Aznar, 1996-2000) ha sido con muchas concesiones pero sin apoyos reales, o con toda clase de dificultades y sin apoyos reales (Rajoy 2015-2018).

La crisis financiera mundial de 2007 se llevó por delante al Gobierno de Rodríguez Zapatero, y debe reconocerse que Rajoy supo gestionar y salir relativamente airoso de ella (2011-15), pero sus aciertos en economía se vieron empañados por su incapacidad para acertar en las decisiones políticas, especialmente para lograr apoyos desde otras fuerzas políticas. Dilapidó la mayor fuerza política que haya tenido ningún gobierno en la democracia, una aplastante mayoría absoluta en las dos cámaras en 2011, casi todos los gobiernos autonómicos y las alcaldías de todas las ciudades importantes en las elecciones correspondientes en esas fechas, pero con todo ese poder no logró el respaldo ni siquiera de las fuerzas políticas más afines. Además, la corrupción ha dañado mucho más al PP que al PSOE y a otros partidos, a pesar de no haber sido muy diferentes ni en cantidad ni en calidad. Por eso, cuando el PSOE presentó su moción de censura, tuvo un respaldo mayoritario, pues era más contra el PP que a favor del PSOE, a pesar de ser moción constructiva.

Para una mayoría de españoles, incluso votantes del PP, se abría una oportunidad para que el PSOE, liderado por Sánchez, pudiera dar respuesta a los problemas sobre todo políticos que habían provocado la caída del Gobierno de Rajoy, y de manera muy especial la defensa de España tanto en el interior como en el exterior. Muchos analistas pensaron que Sánchez volvería a lo que fue el comienzo de la Transición en 1976, el bipartidismo de la derecha y la izquierda moderadas, y el apoyo sin fisuras a la Constitución y, por tanto, al sistema político de la Monarquía Parlamentaria que ésta establece.

La primera parte implicaba volver al pacto entre PSOE y PP, relegando a Ciudadanos y a Podemos al papel de partidos residuales, como lo fueron al comienzo de la Transición AP y el PCE. Debe recordarse que la situación política en España a la muerte de Franco era mucho más complicada que ahora. Suárez tuvo dos aciertos decisivos entonces: pactar con Carrillo para lograr la reconciliación entre las dos fuerzas políticas reales entonces. Y el PCE de Carrillo, al igual que la UCD de Suárez, respetó ese pacto hasta el final. Pero inmediatamente después de lograr ese acuerdo, que de alguna forma cerraba las heridas de la Guerra Civil y abría la reconciliación nacional, planteó el acuerdo con la izquierda moderada, que era el PSOE de González. El primer pacto era totalmente imprescindible, pues durante el franquismo la única oposición real fue la que encarnaba el PCE. A partir de ahí, para gobernar y llevar a cabo la Transición, se requería que la derecha moderada y la izquierda moderada confiaran más entre sí que con sus respectivas extremas, la izquierda y la derecha radicales. Suárez y González, como ha recordado recientemente el segundo, acordaban incluso hasta las discrepancias. Por eso la Transición fue un éxito, ya que contó con dos líderes excepcionales (y otros dos, Carrillo y Fraga, que con sus renuncias colaboraron al proceso de reconciliación).

Los problemas han vuelto por dos razones: la corrupción que ha afectado a todos los partidos, y la desconfianza entre la derecha moderada y la izquierda moderada, que ha conducido a echarse en brazos de los partidos nacionalistas, al principio moderados y más tarde envalentonados y cada vez más independentistas. La UCD de Suárez no tuvo mayoría absoluta en las dos legislaturas en que gobernó, 1977 y 1979. Pudo hacerlo porque siempre hubo acuerdo con el PSOE de González. Pero, cuando el PSOE no alcanzó la mayoría absoluta en 1993, en lugar de apoyarse para cuestiones de Estado en el PP prefirió hipotecarse con los nacionalistas. Cuando Aznar ganó en 1996 hizo lo mismo, no fiarse del PSOE. Esas dos decisiones provocaron la ruptura y la desconfianza entre los moderados de uno y otro lado. La ruptura de ese pacto de confianza ha provocado el creciente poder de los nacionalistas y el peligro de ruptura de la unidad nacional y de conflictos sociales importantes.

Una gran mayoría de españoles pensó que Sánchez intentaría volver al acuerdo entre izquierda moderada y derecha moderada. Pero, a la vista de los primeros meses de este gobierno cabe preguntarse si los actuales PSOE y PP son la izquierda moderada y la derecha moderada. A los ojos de los ciudadanos, tanto uno como otro llevan el pecado de la corrupción (que afecta también a otros partidos, y especialmente a los nacionalistas), y también el pecado de haber perdido la confianza recíproca para buscar el apoyo de sus respectivas posiciones extremas.

Si hay una cosa cierta es que el PP nunca logrará eliminar al PSOE, ni el PSOE logrará eliminar al PP, o lo que ideológicamente ambos partidos representan. Si no se ponen de acuerdo, el electorado, tarde o temprano, les obligará a hacerlo. Ya no son tiempos de totalitarismos más o menos encubiertos de izquierda o derecha, y no reconocerlo así será un gran error. Sánchez y el PSOE han recibido una oportunidad para solucionar los principales problemas internos y externos de España. ¿Sabrán utilizarla? Lamentablemente las últimas decisiones del PSOE parecen augurar otra ocasión perdida.

Juan Díez Nicolás es Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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