Mayte Alcaraz

Operación Carmena

Cuando acabe la pesadilla en el Gobierno de España, la hoja de ruta apuntará al vergonzante Ayuntamiento de Madrid

Mayte Alcaraz
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Cuando Felipe González bajó del rentable negocio de ser jarrón chino para contarle desde Santiago de Chile a la Ser que no le perdonaba a Pedro Sánchez que le hubiera engañado sobre su prometida abstención a Rajoy, no lo hizo solo para demostrar cuán fina es la piel política de quien pasa por ser ya un galápago de siete conchas; ni siquiera buscaba únicamente mandar al líder del PSOE a hacerle compañía a Piolín en Los Ángeles; ni fue su único objetivo colocar a un hombre responsable como Javier Fernández en la cogestión con Rajoy de la grave crisis que vive España. Lo urgente era desbloquear el Gobierno y sustituir a Sánchez, pero lo importante, la operación de calado, la única que daría sentido al resto, era frenar al movimiento populista que tiene como único objetivo, desde que nació en una Asamblea de Facul regada con calimocho y dólares venezolanos, acabar con el PSOE y demoler el sistema constitucional español.

Por más que Íñigo Errejón había intentado tender puentes durante los últimos meses con el socialismo más moderado, para hacerse perdonar los insultos que su cada vez más contrincante que compañero Pablo Iglesias le dedicó a la década prodigiosa de Felipe González asociándola con la cal viva de los GAL, el expresidente no perdonó. En la comida de la traición que compartió con Sánchez a primeros de julio este fue su mensaje: a Podemos ni agua. Pero a esas alturas González ya sabía que Sánchez le había servido a Iglesias primer plato, segundo y postre. Y la copa la ponían los independentistas.

Por eso, el presidente de la Gestora socialista, Javier Fernández, y el enviado de Susana Díaz, Mario Jiménez, reparten estos días estopa cada vez que abren la boca contra el partido de extrema izquierda, que, a su vez, se consume internamente en su particular juego de tronos, provocando una complacida sonrisa expresidencial, allende los mares. Pero aquella operación que desencadenó la salida de Sánchez de Ferraz tiene un correlato que podrá escribirse una vez que el Gobierno de Rajoy eche a andar y los socialistas arreglen en lo que puedan la casa. En la hoja de ruta del nuevo PSOE falta por cumplir una cláusula: el divorcio con Podemos en Madrid.

Conversaciones discretas, citas confidenciales, comidas reservadas en los cenáculos de la capital de dirigentes del PSOE de Madrid preparan la nueva operación. Solo esperan a que el horizonte nacional se despeje para, en 2017, afrontar dos retos inaplazables: forzar un nuevo Congreso regional para remover a la débil líder madrileña, Sara Hernández (una sanchista tocada de muerte tras la caída de su padrino), que ha dejado las expectativas socialistas en la capital a la altura del metro; y después, desalojar a los podemitas y a su coartada Carmena de la Casa de la Villa, poniendo fin a la etapa política más sonrojante del PSOE en la gran capital europea que es Madrid. Para ello, hará falta que el PP moje en el guiso.

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