El fin del monopolio sindical

La crisis de representación que sufren desde hace años los sindicatos mayoritarios no solo se refleja en una caída de afiliados, sino en una pérdida de credibilidad y confianza entre los trabajadores, que es fruto de la mala imagen y la ineficiente gestión que han demostrado CC.OO. y UGT. Este descrédito, sin embargo, ofrece una excelente oportunidad para que otros agentes sociales den cumplida respuesta a las demandas reales de muchos empleados, cuyos intereses han sido desatendidos por el monolítico sindicalismo imperante, en medio, además, de una de las peores crisis económicas que ha sufrido España. Prueba de ello es el crecimiento que está experimentando CSIF, un sindicato ideado para representar a los funcionarios, pero que, poco a poco, se está haciendo un hueco cada vez mayor en el sector privado.

Los delegados de CSIF se han multiplicado por cuatro en los últimos diez años y ya cuenta con más de 20.000 afiliados en el sector privado, tras lograr una relevante presencia en un centenar de grandes empresas. Este fenómeno, similar a la fragmentación política que ha sufrido el bipartidismo, debería hacer reflexionar a CC.OO. y UGT. Su silencio y complicidad con la nefasta política económica de Rodríguez Zapatero, a pesar del histórico aumento del paro, sus numerosos escándalos de corrupción, su férrea opacidad y, sobre todo, su incondicional partidismo, hasta convertirse en meras filiales políticas, explican el grave descrédito que padece el otrora monopolio sindical. Por el contrario, actores como CSIF, que se financian con sus cuotas y se dedican a defender a sus afiliados al margen de intereses políticos, recuperan la razón de ser del sindicalismo.