Manuel Valls

Reúne todos los requisitos para que Barcelona vuelva a ser lo que fue: un faro, no solo para Cataluña, sino también para España

José María Carrascal

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Barcelona tiene la gran ocasión de volver a ser la ciudad abierta, creativa, con un tesoro patrimonial enorme, un futuro prometedor, puerta de entrada de las últimas corrientes culturales y científicas a España, sin perder nada de su señorío, una «ciudad museo» (basta echar calle Aribau arriba contemplando fachadas) sin perder un ápice de vanguardismo, la «perla del Mediterráneo», en suma, como decía una canción de Bonet de Sampedro hace medio siglo. Todo ello se ha ido al traste con la marea de cochambre, mal gusto, inoperancia que la ha inundado al caer en manos de independentistas y antisistema, lo más opuesto posible al sentido de modernidad que Barcelona siempre ha representado. Se empieza perdiendo las formas y se acaba perdiendo el fondo, que es lo que le ha ocurrido en los últimos tiempos. Pues si el Barça es algo más que un club, Barcelona es bastante más que una urbe.

La oportunidad de salir de tal postración tiene un nombre: Manuel Valls. Ya el hecho de que un ex primer ministro francés quiera ser alcalde es un honor y un lujo para cualquier ciudad europea. Si se le añade que ese expremier fue además alcalde, diputado y ministro de Interior con éxito, el círculo se cierra. No quiero añadir lo de «socialista», pues Valls llega desprendido de la etiqueta ideológica, siempre divisiva, y el único adjetivo con que se adorna es «transversal», que abarca todos los matices y, desde luego «europeísta», que es lo que más necesitamos hoy, sobre todo en Cataluña, que siempre lo fue. «Un soplo de aire fresco» podríamos llamar su candidatura, parodiando al «vaso de agua clara» con que Pemán definió el catalán, que, por cierto, Valls habla con una pureza exquisita, tras haberlo aprendido en su niñez barcelonesa en el barrio de Horta. Reúne, en fin, todos los requisitos para que Barcelona vuelva a ser lo que fue: un faro, no sólo para Cataluña, sino también para España.

Que tiene esa posibilidad lo indica la furia con que todos los causantes de que Cataluña se esté quedando no ya sin sus empresas, sino también sin sus mejores mentes, se han lanzado en tromba contra él, dispuestos a usar cuantos medios tengan a su alcance para impedir que llegue a su meta. La único para evitarlo es que las fuerzas constitucionalistas se unan tras él. Lo que hasta ahora ha sido imposible por sus rivalidades internas. Ciudadanos ha sido la primera en respaldarle y, en cierto modo, apadrinarle, aunque él quiere ampliar su campo. Los un día grandes partidos, de capa caída en Cataluña, PSC y PP, se resisten a perder sus siglas. Pero está en juego algo más que unos nombres y unos sillones, ya que Valls puede representar el cambio de marea en una Cataluña que, de ser la parte más europea de España, está hoy aliada con quienes combaten la Unión Europea y pugnan por volver al nacionalismo más burdo, agresivo y aldeano.

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