Vidas ejemplares

¡Mamma mía!

Algo haremos bien si hemos adelantado a los italianos en riqueza

Luis Ventoso

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Imposible no sucumbir al encanto antiguo, eterno y pillo de Italia . Cuando nosotros andábamos todavía arrojándonos piedras, ellos ya forjaban el sofisticado Imperio Romano, una desarrollada -y a veces cruel- máquina de poder, cultura y hasta ingeniería. Curioso pueblo, capaz de inventar el Derecho y la mafia; el más exquisito arte renacentista y auténticas horteradas. De allí salieron la Divina Comedia y el Cancionero de Petrarca, pero también las técnicas ligotécnicas más plastas del orbe. Italia, donde la decadencia constituye una de las bellas artes. Pueblo experto en el gobierno desde el desgobierno, que respira ambición de estilo y está de vuelta de todo. Gente que gusta de inventar problemas ficticios, cuyo debate les entretiene y convulsiona, una simulación con la que eluden abordar los problemas auténticos. Italia, donde la sangre nunca llegará al río, pues aunque en apariencia pueden resultar tan voceras y gesticulantes como nosotros -o más-, todo el mundo sobreentiende que la vida no es más que un gran teatro, una mascarada, una commedia leggera que no ha de tomarse en serio.

Italia ha vivido mucho tiempo de las rentas de un Norte industrioso, casi austríaco, que puso método a la efervescencia creativa del Sur, imposible, revoltoso y, a su modo, encantador. El país recuerda a sus monumentos, que envueltos en un estudiado descuido logran parecer siempre sublimes. Pero el truco está dejando de funcionar. Italia ha llevado su italianidad tan lejos que se está yendo suavemente al carajo (eso sí, con garbo: con sus guapas y guapos siempre estilosos y con aire de campeonísimos; con una vida familiar encantadora, que en Europa solo encuentra parangón en España; viviendo de las rentas postreras de sus grandes compañías de antaño, cada vez más menguantes; con su gastronomía infalible, que ha conquistado el mundo, y con su pícara industria alimentaria, que a todo le pega la etiqueta «made in Italy», empezando por el aceite de oliva andaluz).

El FMI revela que España ha superado a Italia en PIB per cápita. Lo nunca visto. Italia se ha trabado porque nunca ha querido cambiar. Se ha choteado de los ajustes que recomendaba la Europa austera. Italia se gripa porque se ha dejado idiotizar por su televisión, un guiñol hipnótico, y por las patochadas de su populismo milagrero, ese que todo lo arreglará, aún sin tener solución concreta para nada. Italia renquea porque se vivía muy bien en el dolce far niente y se fue olvidando la cultura del esfuerzo y el estudio, donde antaño brillaron. Pero Italia todavía es fuerte y astuta, incluso fuera. Dominan, por ejemplo, el panorama televisivo español, y van cobrándose piezas en otros de nuestros sectores estratégicos. Mal hace España en permitir que sus empresas y su comunicación se italianicen. Con todos nuestros defectos, los vamos superando porque todavía nos quedan ganas de progresar, porque aceptamos que tocaba cambiar, modernizarse, y porque, mal que bien, hemos mantenido un Gobierno estable desde la crisis. Dudo que las tele-tómbolas al rojo vivo, el populismo naranja o de coleta, o la xenofobia a lo Liga Norte, todo tan italianizante, nos ayude a vivir mejor. Pero en ello andamos…

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