Lord Protector

El Lord Protector de Cataluña se las promete muy felices, pero ha cometido el mismo error que Cromwell al imponer un sucesor

Pedro García Cuartango

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Cuatro años después de ordenar la ejecución del Rey Carlos de Inglaterra, Oliver Cromwell proclamó la república y creó un Consejo de Estado para gobernar el país. A la vez, el dictador decidió disolver el llamado Rump Parliament, que vacilaba en una fecha para convocar elecciones.

Cromwell fue proclamado Lord Protector el 15 de diciembre de 1653, lo que suponía el control del Ejército, dirigir el Ejecutivo y adquirir el derecho a convocar, disolver y vetar las decisiones del Parlamento. En 1657, los diputados le ofrecieron la Corona, pero la rechazó. «No trataré de restablecer aquello que la Providencia ha destruido», dijo el piadoso tirano. Sí que aceptó, sin embargo, sentarse en la silla del Rey Eduardo que había sido trasladada a la abadía de Westminster.

El poder de Cromwell era tan grande que, tras su muerte a causa de unas fiebres de malaria, su hijo Richard fue elegido para sucederle como Lord Protector de Inglaterra. Duró en el cargo nueve meses y, al poco tiempo, la monarquía quedó restaurada en la figura de Carlos Estuardo, hijo del rey decapitado.

Puede que la historia no se repita, pero aquellos lejanos hechos guardan inquietantes similitudes con lo que está sucediendo en Cataluña. Puigdemont sería Cromwell y Quim Torra, su sucesor. También el general y terrateniente inglés creó un Consejo paralelo al Parlamento para gobernar su país y también forzó su disolución cuando no le gustaban sus iniciativas. La diferencia más notable es que al fugado de la Justicia no le han ofrecido la Corona porque quiere presidir la nueva República en la que podría elegir a dedo a los jueces.

Pero el presente se torna en triste remedo del pasado después de ver ayer a Torra invistiendo a Puigdemont como Lord Protector tras dejar claro que quien va a mandar en Cataluña es su amigo y mentor, cuyo despacho no ocupará y que tendrá la potestad de convocar elecciones cuando le plazca. Será seguramente coincidiendo con el juicio a sus colaboradores en la cárcel.

El Lord Protector de Cataluña se las promete muy felices, pero ha cometido el mismo error que Cromwell al imponer un sucesor. Y ello porque la designación de Torra, una caricatura de lo peor del procés, va a debilitar y a restar credibilidad al independentismo catalán. Puigdemont, sin contrapeso en sus filas, ha incurrido en el dislate de poner a un títere racista, xenófobo y legitimista, inaceptable para Europa y que jamás podría haber sido nombrado para un alto cargo en un país democrático.

Inés Arrimadas le volvió a desnudar, sacando a la luz todas sus carencias y sus fobias, que quedaron de manifiesto cuando gritó «¡Viva Cataluña libre!» al concluir su intervención. La elección de Torra pone en evidencia la arbitrariedad del Lord Protector, la debilidad de su discurso y la falta de proyecto de un independentismo que ha optado por tropezar con la misma piedra. Su fanatismo acabará por volverse contra sus intereses.

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