Gabriel Albiac

Italia profética

Italia profetiza siempre a Europa. Inventa ahora el Referéndum vacío

Gabriel Albiac
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ITALIA prefigura a Europa. Desde el Renacimiento. Es su laboratorio. Una larga sabiduría enseñó al ciudadano italiano que nada de lo político tiene peso. Que se puede jugar con ello sin riesgo grave. Que, al final de todos los excesos retóricos de la política -también de los más amenazantes-, Italia sigue igual siempre: una no-nación, que, al serlo, no puede ser desintegrada; y una ciudadanía envidiablemente blindada frente al Estado, envidiablemente indiferente a las grandes proclamas. Y hecha, en lo más hondo de su viejo espíritu, a la certeza de que no hay sociedad humana que repose con solidez sobre algo que no sea la corrupción. Un ciudadano, en Italia, no necesita haber leído a Aristóteles para saber que «la corrupción es la vida».

Eso le viene en la maquinaria de fábrica. Y eso que lleva ganado.

Nadie, desde fuera de esa Italia inmensamente sabia, y en igual medida cínica, puede entender el referéndum de Renzi. No tiene el menor sentido. En términos de racionalidad política, al menos, tal como entendemos tal cosa el resto de los europeos. En su literalidad, todo parece resumirse en una tenue reducción de las atribuciones del Senado. Que en nada toca los privilegios de quienes del Senado cobran su sueldo, que, a fin de cuentas, es lo único que de verdad importa a los políticos. A los italianos, como a los españoles, como a los de cualquier tierra del hipercorrupto sur europeo.

En torno a esa nada, se ha alzado una escenografía operística, digna del Puccini más sentimental. Una escenografía en cuya relación con realidad alguna nadie cree. Por supuesto. Pero es que Italia es demasiado sabia para que allí nadie se tome en serio la tontada esa de creer en realidades institucionales. Lo político no es más que el juego de máscaras para que alguien se beneficie. Dentro, claro está, de los juegos entre mafias que definen al gremio de sus profesionales: en Italia, como en cualquier otro lugar del sur de Europa. Y, quizá en porcentajes menores, del resto del universo. Nada de lo que un político dice tiene que ver con la realidad. Sí con «su» realidad: la que pone en juego la consolidación de su cuenta bancaria.

Italia es el futuro de Europa. Lo fue con Mussolini, cuya escenografía anticipó, en más de un decenio, los fascismos no sólo escénicos. Lo fue con aquel «Compromiso Histórico» que convirtió la revolución en simpática opereta. Lo volvió a ser con el hilarante Berlusconi, que parió el populismo a la europea veinte años antes de que Iglesias se lo plagiara.

Italia profetiza siempre a Europa. Inventa ahora el Referéndum vacío. El referéndum en el cual se vota a favor o en contra de nada. Nada. Es la consumación final de las políticas posmodernas. Todos sabemos bien que es esa hoy la única metáfora funcional de la Unión Europa: nada. Los contenidos sobran. Queda sólo la ausencia de proyecto. La nada como política, la nada como pensamiento, la nada como futuro… Ser político es jugársela a esa carta. Ayer fue el envite de Renzi.

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