Independencia y yihadismo: dos caras, una moneda

El lema de la manifestación, una vez más, ignora la causa de los asesinatos

Manifestación contra los atentados yihadistas el 26 de agosto de 2017 en Barcelona EFE
Ramón Pérez-Maura

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Cuando hoy hace un año el yihadismo criminal se hizo presente en Barcelona, algunos pensamos en las víctimas. Otros empezaron de inmediato a idear qué provecho podían sacarle a aquella barbarie. Las víctimas no contaban para ellos. La prueba irrefutable de lo que digo se evidenció en la manifestación del 26 de agosto de Barcelona. Nunca antes se había asistido, ni en España ni en ningún otro lugar del mundo, a una manifestación por un atentado terrorista en la que no se denunciara a los asesinos. Verdaderamente notable.

Por las calles de Barcelona las imágenes de televisión no mostraban ni un cartel contra el Daesh, la organización yihadista que la víspera había reivindicado la barbarie. El -entonces- presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la -todavía- alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, organizaron el orden de prelación de los manifestantes para que el Rey y el presidente Rajoy se vieran rodeados de multitud de carteles contra el Monarca y el Gobierno. Aquella manifestación no era ni de reconocimiento a las víctimas, ni de apoyo a sus familiares ni de denuncia a los asesinos. Todo eso daba igual. Lo importantes para esos hijos bastardos de Cataluña era transmitir al mundo entero un mensaje independentista aprovechándose de la sangre derramada. Independentismo y yihadismo: dos caras, una moneda.

Como aquel discurso era francamente difícil de articular ante las réplicas de cualquiera que no sea completamente idiota, se vistió de carteles contra las armas como encarnación del mal. El problema era que las víctimas habían sido causadas por un vehículo y un arma blanca. Y cabe imaginar que los carteles no se hicieron para denunciar la fábrica de SEAT en Martorell o el supuesto tráfico de cuchillos jamoneros de Toledo. Pero se trataba, sobre todo, de no denunciar a los asesinos. Sólo se podía poner en el punto de mira al Rey y a España.

Todo sabemos lo que vino después: el nuevo 11-S, la pantomima de las urnas chinas el 1 de octubre, la independencia declarada durante unos segundos, el 155, la huida de los valerosos patriotas, las nuevas elecciones con resultado diferente y al fin Quim Torra como presidente de la Generalitat y Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Con estos mimbres sólo puedo temblar imaginando lo que puede ser hoy la manifestación de Barcelona encabezada por los Reyes de España a los que las autoridades locales ya han manifestado su hostilidad. Y para no perder los hábitos adquiridos hace un año, el lema de la manifestación, una vez más, ignora la causa de los asesinatos. Es un melifluo «Barcelona, cuitat de pau». Sepan quienes han puesto ese lema que los asesinos del 17-A también querían la paz. Pero una paz en la que ellos impusieran sus condiciones. Y en eso también se parecen a los independentistas.

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