El ilusionista

Si su debut en la escena nacional no ha podido ser más triste, su papel en la internacional sonroja

José María Carrascal

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En su primera comparecencia ante el Congreso, Pedro Sánchez nos contó con vivos colores y lleno de ilusión el recibimiento que le habían dispensado en las principales capitales europeas, así como las felicitaciones que había tenido por el generoso rasgo con el Aquarius y la ayuda que España iba a recibir por ello. Pero olvidó lo más importante: que esa ayuda va a ser a cambio de acoger a más inmigrantes, que ni siquiera son los que llegan en cantidad creciente a sus costas, sino los que están ya en Alemania y nos envía de rebote. España y Grecia crearán «centros de acogida» de los refugiados que Italia rechaza, Centroeuropa es incapaz de digerir y el Este no quiere ni oír hablar de ellos. A cambio de dinero, desde luego. Esa es la triste realidad. Sánchez mintió de la forma más alevosa, con una media verdad, y sigue mintiendo al decirnos que «se siente satisfecho porque se reconoce el esfuerzo hecho por España», cuando se ha limitado a alquilarla para acoger a inmigrantes en otro país sin consultar a nadie. ¡Lo que hubieran dicho de Rajoy de haberlo hecho! Si su debut en la escena nacional, repatriando nacionalistas encarcelados, no ha podido ser más triste, su papel en la internacional sonroja.

Conviene advertir que lo decidido en la última cumbre europea tenía que ver con Alemania más que con ningún otro país. Había que salvar a Angela Merkel, amenazada por su partido hermano bávaro con cerrar las fronteras si ella no lo hacía. Visto que no se encontraban «plataformas de acogida» fuera de la Unión Europea, se buscó a los más infelices dentro de ella: Grecia, con la soga al cuello de su deuda impagable, y España, que con enormes sacrificios logró evitar la bancarrota, pero dirigida por el «nuevo chico» dispuesto a hacer todos los recados con tal de parecer simpático. Se trata de un «acuerdo de mínimos», además, fragilísimo, pues todo se deja a la buena voluntad de los firmantes. Algo que escasea, como pronto comprobará Sánchez. Y nosotros.

Lo primero que se nos plantea es dónde alojar a esos inmigrantes que, con un cheque en la mano, nos envía frau Merkel. Ya que en el ayuntamiento de Madrid colgaba el gran cartel de «Refugees wellcome», se me ocurre que es el momento de tomar a la alcaldesa por la palabra y, en vez de meterlos en cualquier polideportivo, albergarles cerca de su casa o del chalet de Irene y Pablo, que han despotricado contra «esos campos de concentración». También la Barcelona de la señora Colau sería un buen lugar, dada su afición a hacer caridad a costa de sus vecinos. En fin, los españoles vamos a tener abundantes ocasiones de saber qué es estar administrados por la izquierda en todos los niveles, Una izquierda que predica lo que no practica: igualdad, libertad, progreso, inteligencia. Ya verán cuando la TVE de Podemos nos apriete las tuerkas.

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