ETA gana otra batalla

Sánchez no se limita a pagar al PNV el precio de su Presidencia. Acerca a los terroristas presos convencido de hacer lo correcto

Isabel San Sebastián

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Para llevar años oficialmente derrotada, hay que ver la cantidad de batallas que gana ETA. ¡Ni el Cid Campeador en su mejor leyenda! La última de estas victorias atañe a sus presos, que serán acercados a sus domicilios como primer paso a una excarcelación que debemos dar por descontada. Cada vez parece más claro que, por perdonarnos la vida, los terroristas van a obtener todo lo que no lograron matando.

En una cosa coincido con Pedro Sánchez. Él al menos no se esconde y llama a las cosas por su nombre. No todos sus predecesores pueden decir lo mismo. Cuando la banda anunció el cese de su actividad criminal, en octubre de 2011, había 703 etarras entre rejas. De ellos, 559 estaban en España y 144 en centros penitenciarios de otros países. En mayo de este año, al anunciarse la disolución de la mafia separatista vasca, apenas quedaban 297 reclusos. Más de la mitad habían sido excarcelados. Sesenta salieron de golpe merced a la derogación de la doctrina Parot, conseguida en Estrasburgo gracias a los esfuerzos de José Luis Rodríguez Zapatero y su magistrado de confianza, Luis López Guerra, enviado al Tribunal de Derechos Humanos precisamente con esa misión. El broche final lo puso Fernando Grande-Marlaska, actual ministro del Interior, que hizo una interpretación «generosa» de la sentencia, liberando de golpe y en veinticuatro horas a todos los afectados, en lugar de limitarse a la terrorista que había interpuesto la demanda y obligar a los demás a hacer lo propio, uno a uno.

El resto de los etarras presos, es decir, más de trescientos asesinos, secuestradores, extorsionadores y chivatos de la cuadrilla criminal, han ido saliendo a la chita callando, por la puerta de atrás, a lo largo de estos años. Algunos habían cumplido sus condenas. Otros muchos se beneficiaron de terceros grados, «vía Nanclares», planes de reinserción varios y demás sendas tortuosas destinadas a satisfacer los acuerdos suscritos con ETA en ese mal llamado «proceso de paz» que nuestros gobernantes denominan «derrota» con el fin de tranquilizar sus conciencias a costa de engañar a los españoles. La mayor parte de esos delincuentes deben su libertad prematura al Ejecutivo de Mariano Rajoy y en concreto a su primer titular de Interior, quien recibió personalmente instrucciones en tal sentido del presidente saliente y las cumplió con gran diligencia.

La decisión que anuncia ahora Pedro Sánchez culmina por tanto un largo proceso de abandono de las víctimas en beneficio de los victimarios. En Alsasua y otros muchos pueblos del País Vasco y Navarra los discípulos de la serpiente enroscada en el hacha siguen acosando a todo el que se atreve a plantarles cara o sencillamente a no comulgar con sus ruedas de molino, mientras sus representantes políticos ocupan las instituciones y los pistoleros que abrieron brecha regresan victoriosos a casa, entre homenajes populares que enaltecen sus atroces crímenes de manera totalmente impune. Los asesinos son equiparados a los asesinados en aras de dejar atrás «el conflicto». «Hay que poner las luces largas -dice el líder socialista sin que se le tuerza el gesto- y pensar en el futuro». ¿Haría la misma afirmación con respecto a un violador y una violada? ¡Lo dudo!

Lo peor es que no se trata únicamente de pagar al PNV el precio de su respaldo a la moción de censura, como tampoco el PP planeaba hacer lo propio a cambio de los presupuestos. Lo terrible, lo repugnante, es que los acercan y los van a soltar convencidos de hacer lo correcto.

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