El fracaso de la teoría del mal menor

La única verdad es que Trump ha ganado porque ha acertado a conectar con lo que piensan millones de americanos

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¿Cómo es posible que una mezcla tóxica de mentira, egoísmo y absurdo vaya a ser el nuevo presidente de Estados Unidos? La respuesta no es fácil, aunque la clave puede estar en una frase de Eugene O’Neill: «Si se despedaza una mentira, los pedazos son la verdad». Tal vez el éxito de Donald Trump esté en su condición de mentiroso inmutable, vicio que supo convertir en virtud frente a una Hillary Clinton que se empeñó en ponerle velo a sus embustes. Si en las sociedades desarrolladas se extiende la certeza de que en política todo es mentira, es posible que Trump haya ganado por faltar a la verdad de forma más convincente y natural que su rival.

Ha derrotado a todos: a los republicanos, a los demócratas, a la prensa, a los lobbies, a Wall Street, al sistema y hasta a la idea misma de lo que, según algunos, representa Estados Unidos, porque para millones de americanos Trump no es peor que Hillary Clinton, pero sí más transparente.

Ahí puede estar la clave de su victoria: la gran diferencia entre un gato mentiroso y un mentiroso es que el primero tiene siete vidas. Los más sesudos analistas interpretarán lo ocurrido como un síntoma de decadencia moral de las sociedades libres. Tal vez tengan razón, pero no conviene ponerse tan profundos. En realidad, todo es más sencillo: Trump es un mentiroso que se conoce el oficio de mentir porque se hizo a sí mismo y Hillary Clinton, al fin y al cabo, es una mujer que trepó a lo más alto sirviéndose de los favores del sistema. Y como crece la idea de que en política todos mienten, el vencedor es el que se enfrentó en solitario al poder establecido, incluyendo a Hillary Clinton, la pura encarnación de esa teoría del mal menor que ha vuelto a saltar por los aires.

Si se despedazan las mentiras de uno y de otro, en los pedazos está la única verdad. Y la única verdad es que Trump ha ganado porque ha acertado a conectar con lo que piensan millones de americanos, muy especialmente de la clase media: que los grupos de presión, los medios de comunicación y los mercados les han vendido un próspero retrato del Estados Unidos de Obama en el que no se reconocen. Trump será una mezcla tóxica de mentira, egoísmo y absurdo, pero acertó al hacer de la figura de Hillary Clinton el retrato en negro de un sistema que se conoce como la palma de su mano.

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