EDITORIAL

La España real en el mensaje de Felipe VI

La Corona es la piedra angular del consenso constitucional de 1978 y cualquiera que aspire a derogar la Constitución a golpe de secesión, de revancha y de memoria histórica sabe que el Rey es el baluarte del régimen constitucional

El Rey ha durante el Mensaje de Navidad en el Salón de Audiencias del Palacio de La Zarzuela Francisco Gómez | Casa Real

ABC

El mensaje de Navidad del Rey Felipe VI volvió a demostrar la conexión de la Corona con los asuntos principales de la España actual. En un impecable ejercicio de neutralidad política, pero también de responsabilidad institucional, como ordena la Constitución, Felipe VI centró sus palabras en la Transición, los jóvenes y la convivencia, después de poner en el umbral de su mensaje una firme denuncia de la violencia contra la mujer. Tres temas que lejos de constituir capítulos estancos, se encuentran íntimamente relacionados en el presente de nuestro país y condicionan su futuro inmediato. Frente a la ingratitud que algunos muestran con el fundamento de nuestra democracia, el Rey rindió homenaje a la generosidad con la que fue posible la Transición política y el pacto constituyente de 1978 y pidió un esfuerzo de memoria para que aquella gesta de paz y concordia de los españoles no caiga en el olvido. De nuevo, los mensajes navideños del Rey convocan a los españoles a buscar grandes acuerdos que garanticen nuestra cohesión. El de ayer lo formuló pidiendo a los ciudadanos que trabajaran «juntos y unidos» y expresamente reivindicó los principios de la Transición, para asegurar a los jóvenes «nuevas décadas de progreso y avance». Aquella concordia nacional, reflejada en la Constitución de 1978, no está agotada, ni caduca. Por el contrario, cuando fue puesta a prueba, como en el desafío separatista de 2017, salió victoriosa, animada también por el histórico discurso del 3-O de Felipe VI. Lo cierto es que gracias al separatismo catalán, los españoles han constatado que las instituciones del Estado de Derecho -Poder Judicial y Tribunal Constitucional- y democrático -Gobierno y Parlamento-, tienen la fortaleza necesaria para responder a los intentos secesionistas de destruirlo. Sin aquel consenso histórico del 78, recuerda el Rey, no sería posible explicar nuestra prosperidad y nuestro avance.

Sin embargo, estos homenajes históricos pierden su significado cuando la realidad diaria de los jóvenes está marcada por la privación de oportunidades y expectativas, no sólo profesionales, también personales y familiares. El Rey dedicó buena parte de su mensaje al desaliento de la juventud española, empleando una argumentación que permitió a millones de jóvenes sentirse reconocidos en la descripción que el Jefe del Estado hizo de su situación actual, dibujada sin eufemismos. Este es el papel de la Corona: garantizar que una Jefatura de Estado apartidista sabe identificar los problemas del país y animar a las instituciones a resolverlos, sin más indicación que la de satisfacer el bien común. Ninguna otra institución política del Estado está en condiciones de dirigirse a los españoles sin sesgos ideológicos. Solo la Corona.

La convivencia marcó la parte final del mensaje del Rey, porque es el único futuro posible para los jóvenes y para el resto de los españoles. Pero la convivencia a la que se refirió el Rey no es meramente sentimental, ni coyuntural, no es una mera coincidencia de personas en un tiempo y un lugar. Felipe VI se refería a la convivencia propia de una nación como la española, fuertemente arraigada en sus vínculos comunes y que actualmente está en riesgo por el rencor y el resentimiento. La Constitución, recordó el Monarca, es la norma de esa convivencia, no un precepto ajeno a la misma, que se pueda modificar al capricho de sus críticos. El Rey defendió la Constitución como «una realidad viva, que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades» y este planteamiento deja claro qué persigue y a quiénes ataca todo aquel que, sea cual sea su propósito, quiere derogar el orden constitucional sin respetar los cauces previstos para su reforma. Fue, sin citarlo, una reafirmación de la Constitución frente a las agresiones del separatismo, pero también del populismo fácil que juega con la Historia de nuestro país.

Felipe VI situó ayer a la Corona en el corazón de la Monarquía parlamentaria. Su discurso fue social, pero no menos político de lo que merece la situación, y por eso es seguro que sus detractores del republicanismo y el separatismo volcarán los tópicos habituales contra el mensaje navideño. Críticas que repetirían dijera lo que dijera el Monarca, porque la Corona es la piedra angular del consenso constitucional de 1978 y cualquiera que aspire a derogar la Constitución a golpe de secesión, de revancha y de memoria histórica sabe que el Rey es el baluarte del régimen constitucional. Mensajes como el de ayer reafirman la conveniencia para España de una Jefatura del Estado situada por encima de las contiendas partidistas, avalada por el consenso constituyente y su legitimación histórica.

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