EDITORIAL

España debe reconocer a Guaidó

No facilitar el reconocimiento de Juan Guaidó como legítimo presidente interino de Venezuela se convierte en una actitud claramente inmoral y en una bofetada al pueblo venezolano

EFE

ABC

LA comparecencia del ministro de Defensa de la dictadura venezolana, Vladimir Padrino, para apoyar al tirano Nicolás Maduro ante la cascada de pronunciamientos diplomáticos en su contra, solo ha servido para demostrar hasta qué punto la cúpula militar del régimen está adherida al aparato de la narco-corrupción, la única industria que aún funciona en Venezuela. Las advertencias sobre supuestas consecuencias violentas de la decisión de Juan Guaidó de asumir la presidencia provisional no son más que amenazas directas a la población que clama por el fin de la tiranía, porque en Venezuela los únicos que tienen armas además del Ejército son las bandas organizadas por el régimen para blindarse. Nada demasiado nuevo, por tanto, en el terreno castrense. Al menos de momento.

Pero lo que se dirime en Venezuela, además del fin de un régimen corrupto que martiriza a su pueblo, es la causa de la libertad y el regreso de la democracia. Por eso han llegado los reconocimientos internacionales al presidente Guaidó de Estados Unidos y Canadá, de todos los vecinos de Venezuela y de la mayoría de los países relevantes en la región, con la indecorosa excepción del populista López Obrador. En el otro lado, a Maduro solo le queda el apoyo de Cuba, Bolivia, Rusia, Guatemala, Turquía y China, todos ellos gobiernos alérgicos a la democracia. Por eso también se entiende mal la tibieza con la que la UE ha acogido a Guaidó, aunque varios países han expresado de modo cada vez más explícito su intención de considerarle el presidente legítimo, como por ejemplo hizo ayer el Reino Unido. También lo han hecho en el Parlamento Europeo los grupos popular y liberal, frente al escaso brío de la Alta Representante, Mogherini.

La posición de Pedro Sánchez abunda en este error, más grave en su caso al ser España un país con unos vínculos más estrechos con Venezuela que el resto de los socios europeos. No facilitar el reconocimiento de Guaidó se convierte en una actitud claramente inmoral. Sánchez sabe que si lo hace puede perder el favor de sus socios de Podemos, partidarios del dictador bolivariano y sus prácticas liberticidas, y por ello no se moja del todo, obviando que un paso al frente de España animaría a otras adhesiones a Guaidó y acercaría el fin de las pesadumbres que provoca una dictadura ilegal y usurpadora. Los venezolanos no solo van a tener que soportar los estertores del régimen sino la hipoteca de los injertos ideológicos que el chavismo sembró en España, lo que queda de Podemos, que es lo que condiciona la voluntad del presidente para mantenerse en una imposible neutralidad entre verdugos y víctimas.

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