Esas mujeres que no se enteran

Forcadell ha asumido el papel de tontorrona que trata de dar pena a los jueces para que se apiaden de ella en estos momentos difíciles

Curri Valenzuela

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Con lo lista que parecía Carme Forcadell y resulta que ha terminado en el club de las mujeres que no se enteran de lo que ocurre a su alrededor. La esposa de Luis Barcenas, que iba con su marido a un banco de Suiza y le esperaba en la puerta; Ana mato, que no se había fijado en quien pagó el Jaguar que su marido guardaba en el garaje, la Infanta que formaba parte de las empresas de su marido. Y ahora, la presidenta del Parlamento catalán, que desoyó las instrucciones de los letrados que le informaban que no podía proceder para proclamar la independencia, no leia las sentencias del Tribunal Constitucional, se limitaba a hacer juicios de intenciones. Tonta ella.

Forcadell se acaba de ganar el segundo premio al ridiculo de entre todos los protagonistas de la crisis catalana. Si no fuera por Puigdemont, que le ha ganado por la mano en esa carrera por evitar responsabilidades, hacer el indio en el lenguaje de la calle, se merecería el título de la política más absurda de la historia de España, sí, de España, de las últimas décadas.

En la carcel hace frío y Forcadell, que parecía una mujer de armas tomar, ha asumido el papel de tontorrona que trata de dar pena a los jueces para que se apiaden de ella en estos momentos difíciles . En lugar de huir físicamente a Bruselas como Puigdemont ha huido de la realidad refugiándose en el papel de una política débil que, la pobre, jugaba a presidir un parlamento en sus ratos libres y llamaba a los diputados simplemente para que declararan sus intenciones.

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