Epítome de la cursilería

Mientras se habla de «paz» no se habla de quien asesinó e hirió hace un año a las víctimas

Los Reyes (dcha.), junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el acto del 17-A EFE
Ramón Pérez-Maura

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Resulta difícil imaginar un acto de mayor cursilería que el que se perpetró ayer en la plaza de Cataluña de Barcelona. Se trataba, ante todo y por encima de cualquier otro objetivo, de que nadie dedicase un segundo a recordar el terrorismo ni los asesinos que cometieron los crímenes. Se trataba, esencialmente, de que nada pareciese lo que realmente era. Se repitió ocho veces el mismo texto del poeta John Donne -menos mal que no había que pagar derechos de autor- porque la presentadora del acto, la periodista Gemma Nierga nos explicó que «respetar las lenguas es respetar a las personas». Advertencia que no se entiende muy bien qué tenía que ver con los atentados de hace un año. Y para que todo quedara bien disimulado, para que nada fuese lo que parecía, la cita de Donne la leyó en catalán una musulmana con velo -las políticas de inmigración de Jordi Pujol están dando resultado- y la cita en inglés la leyó un sikh. Todo muy lógico.

En una región de España en la que el castellano es una lengua oficial, la presentadora del acto sólo dijo en español seis palabras. Las de despedida: «Gracias a todos por acompañarnos». Que nadie creyese que ese acto tenía algo que ver con España. Y las cuatro canciones que interpretó un coro de cualidades artísticas manifiestamente mejorables fueron, como por casualidad, tres en inglés y una en catalán. El respeto por las lenguas que pidió Nierga a la hora de explicar las ocho lecturas en ocho idiomas de la misma cita ya se había olvidado a la hora de escoger las canciones que, eso sí, eran traducidas en directo al lenguaje para sordos. Creo con toda sinceridad que sólo un cursi podía escoger para un acto así una canción de «El mago de Oz» o el «Imagine» de John Lennon. Pero mientras se habla de «paz» no se habla de quien asesinó e hirió hace un año a las víctimas.

Hay que reconocer, eso sí, que la presencia del Rey fue el principal factor despolitizador del acto. Porque el rechazo de los independentistas a la presencia del Monarca sirvió para que las bases de la CUP, Esquerra, PDECat et alii no acudieran a la concentración. Lo que demuestra lo que les importa las víctimas: absolutamente nada. Ellos organizaron actos alternativos a lo largo del día y el presidente de la Generalidad, Quim Torra, llegó a desear «toda la suerte» a sus «Comités de Defensa de la República» en su convocatoria de homenaje alternativo. Esos comités son los que proclaman que «Cataluña no tiene Rey». Pero vaya que si lo tiene. Y ayer les dio una gran lección. Con esos mimbres, Torra -que de ninguna manera hubiera podido justificar su ausencia del homenaje oficial por la presencia de los Reyes- tuvo que escuchar los vivas al Rey que clamaron los catalanes a los que él niega sus derechos a diario. Y la ausencia de independentistas y republicanos demostró, sobradamente, quién hace imposible la convivencia pacífica. Esa «ciutat de pau» que reclamaba el lema de Ada Colau es perfectamente posible cuando los independentistas no atacan la convivencia.

A primera hora del día Quim Torra había hecho, rodeado de su Gobierno, una pretendida declaración institucional y empleó el altavoz propagandístico de la Generalidad, Catalunya Radio, para promover la violación de la ley al decir, en el día en que las víctimas de los atentados habían pedido no politizar los actos, que «la realidad de Cataluña es que tenemos presos políticos y exiliados». Desde primera hora de este aniversario del atentado terrorista del 17 de agosto de 2017 Torra dejó claro que a las víctimas las podían ir dando.

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