Efímera rentabilidad de la mentira

Quien asalta el poder de forma ilegítima acaba empleando cualquier medio para retenerlo porque sabe que fuera de él ya sólo queda el inhóspito desierto

Ramón Pérez-Maura

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Síndrome de abstinencia y muy grave. Es lo que siento desde que el pasado jueves por la tarde se le cayeron los palos del sombrajo a nuestros colegas de «El País» y al fin descubrieron que el doctor Sánchez es un plagiario. Necesito desesperadamente encontrarme con algunos colegas -perdón, y algunas, porque si no me acusarán de referirme sólo a varones y estoy pensando muy especialmente en alguna ex compañera de la redacción de ABC y de la COPE- que proclamaban a principios de esta semana que «el supuesto plagio» del doctor Sánchez era un «asunto cerrado». O ese otro que dijo que la información de ABC era «un bluff». Que San Francisco de Sales les conserve el instinto periodístico. O mejor todavía, que les ayude a recuperarlo.

En estas últimas horas hemos visto cómo «El País» despachaba en cinco líneas cinco plagios que se extendían -según ese diario- a lo largo de doce páginas del libro del doctor Sánchez basado en su tesis doctoral. Verdaderamente, no paramos de mejorar.

En verdad no hay ningún otro país de Occidente hoy en el que un medio de comunicación -¡con 115 años de solera!- ponga pruebas irrefutables del plagio de un presidente del Gobierno encima de la mesa y la mayoría de los colegas se apresuren a negar la mayor, decir que no hay nada -pese a que está a la vista de todos- e intentar ayudar al Gobierno a que todo continúe como si nada hubiera ocurrido. «Asunto cerrado» decretaban desde el palomar. Eso no ocurre ni en Rwanda-Burundi, créanme.

Aun cuando la compañía de la aplicación a la que el doctor Sánchez atribuyó su salvación, PlagScan, explicó que la supuesta coincidencia decretada por La Moncloa de un 0,96 por ciento de su texto con otros era en realidad de un 21 por ciento, muy por encima de cualquier supuesta eximente porcentual, fueron incontables los que se mantuvieron impertérritos esperando órdenes de La Moncloa. Mas, al fin, la discreta concesión a la verdad de «El País» el jueves al admitir la existencia de reiterados plagios en la versión publicada de la tesis hizo que algunos dieran al fin marcha atrás. Bienvenidos a la Verdad. No era tan difícil llegar a ella. Espero que la mentira les haya sido, al menos, muy rentable. Porque aquí sólo se ha dejado engañar quien de verdad ha querido hacerlo. Nadie que sepa leer ha sido víctima de unos desaprensivos que no lo han engañado. Simplemente han sembrado en sus plumas lo que ellos estaban deseosos de propagar. Los que negaban la existencia del plagio sabían perfectamente que lo era. Pero esperaban que su mentira les resultara muy rentable.

Éste es el Gobierno que vino a acabar con la manipulación informativa y con la propaganda. Que quería que prevaleciese la verdad en los medios bajo su control. Pero claro, lo que hemos vivido en los últimos nueve días es lo más normal del mundo: quien asalta el poder de forma ilegítima acaba empleando cualquier medio para retenerlo porque sabe que fuera de él ya sólo queda el inhóspito desierto. Y es por ello que el doctor Sánchez ha convertido la mentira en un arma de uso corriente para defenderse. Pero su situación es cada día más insostenible. Decía ayer en ABC el presidente de la Real Academia de Doctores que «Hay motivos para retirarle el título de doctor». Pues ni aunque lo hicieran tendría la dignidad de dar un paso atrás. El doctor Sánchez, el de la ética...

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