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Cougar, explicaciones pendientes

Es legítimo demandar que las familias de los militares fallecidos en Herat tengan respuestas a las preguntas que aún siguen pendientes de responder

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La gestión política del siniestro del helicóptero Cougar, que costó a la vida a diecisiete militares españoles en agosto de 2005, sigue plagada de capítulos sombríos, que convergen, uno tras otro, en la figura del exministro de Defensa José Bono. La prioridad del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero fue evitar que la opinión pública considerara aquella tragedia como el «Yak-42» de los socialistas. Pronto descartó el Gobierno la existencia de una ataque talibán y más aún se afanó, lo cual era encomiable, en asegurar la identificación de las víctimas. Sobre si la causa del siniestro fue o no un ataque talibán –de hecho fue reivindicado por un jefe terrorista de la zona–, lo cierto es que las lagunas de la investigación oficial dejan las conclusiones en el aire.

Munición destruida, informes periciales sesgados y otras discutibles actuaciones del Ministerio de Defensa arrojan a día de hoy sombras suficientes para que las familias de los fallecidos duden de las versiones oficiales recibidas.

Incluso en la versión sobre el tratamiento dado a los restos de los fallecidos, el exministro de Defensa no se ajustó a la verdad de lo sucedido. Después del traslado de los cadáveres, llegaron a España tres bolsas con restos de los militares que perdieron la vida. El exministro Bono restó importancia al valor identificativo de esos restos y las familias no recibieron información sobre las identidades personales de los mismos, ni sobre el destino que se les dio. Sin embargo, ABC ha tenido acceso a un informe oficial de 18 de agosto de 2005 en el que aparecen descritos algunos de los restos repatriados y, por su descripción, no avalan la afirmación de Bono. Eran significativos y podían permitir la identificación de los militares a los que pertenecían. No sólo esto. También sucedió que, con los diecisiete féretros, en el mismo avión llegó una caja con restos no atribuidos a los fallecidos. Un miembro del gabinete de Bono instó a un testigo a no preguntar por lo que había en esa caja «después del follón del Yak».

No se trata, en este momento, de hacer juicios especulativos sobre lo que significan estas irregularidades, pero sí es legítimo demandar que las familias de los militares fallecidos en Herat (Afganistán) tengan respuestas a las preguntas que aún siguen pendientes de responder. La resaca de la guerra de Irak y de la posterior intervención española, así como del accidente del Yak 42 y del atentado del 11-M, dieron al Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero patente de corso para evadirse de un adecuado control político por la gestión de otra tragedia no menos dolorosa, la todavía sin aclarar del helicóptero Cougar que se estrelló en Afganistán el 16 de agosto de 2005, causando la muerte a diecisiete militares españoles.

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