El coste de la parálisis política

El paro no solo no ha bajado de los tres millones de personas, tal y como prometió Pedro Sánchez durante su fallida investidura, sino que acaba de protagonizar uno de los peores meses de julio de su historia, lo cual evidencia la desaceleración que padece la economía española. El número de inscritos en el antiguo Inem apenas se redujo en 4.253 desempleados, a pesar del tirón asociado a la campaña veraniega, su peor registro desde 2008, al principio de la crisis, según informó ayer el Ministerio de Trabajo. Y algo similar sucedió con la afiliación a la Seguridad Social, ya que, si bien el volumen de ocupados creció en 15.514 personas, hasta un máximo de 19,5 millones, se trata del menor aumento que se registra en julio desde 2012, en plena tormenta financiera. Y todo ello sin contar que la contratación indefinida sigue cayendo.

Los malos datos que arroja el mercado laboral se suman al frenazo que experimentó el PIB en el segundo trimestre, tras crecer un 0,5 por ciento, su menor ritmo en cinco años, junto a la negativa ristra de indicadores que avanzan una mayor debilidad económica, tal y como reflejan los últimos datos de actividad industrial, consumo eléctrico o matriculación de vehículos. La economía española pierde fuelle debido, en parte, a la incertidumbre política en la que vive sumido el país desde hace meses, pero también a las turbulencias que experimenta el contexto internacional, azotado por la guerra comercial, la amenaza de un Brexit sin acuerdo y el estancamiento de la zona euro. Lo más preocupante, sin embargo, no es la situación económica en sí, sino la profunda incapacidad que está demostrando el PSOE para, por un lado, formar gobierno, garantizando así una mínima estabilidad, y, por otro, impulsar las medidas necesarias para revertir la desaceleración.