Editorial ABC

La coartada de la moderación

La prueba de la firmeza es una acción política con decisiones concretas y hechos inequívocos. Las declaraciones melifluas de Sánchez se diluyen en el fragor de la violencia separatista

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El todavía presidente de la Generalitat, Quim Torra, no merece más dosis de esa moderación, ni de esa proporcionalidad que abandera Sánchez como respuesta a la insurrección separatista en Cataluña. Sencillamente porque una y otra constituyen la coartada para dejar hacer y que pase el tiempo, mientras Barcelona se retrata como una ciudad fuera de control y los policías heridos se cuentan por decenas. En este escenario dramático, la presencia del Estado para frenar la sustracción de Cataluña al régimen democrático es insuficiente, porque se limita a lo policial y a rebufo de los acontecimientos. La actuación de los cuerpos policiales es heroica, entre otras razones, porque es la única que el Estado está desarrollando frente a una guerrilla organizada y un gobierno autonómico presidido por un cómplice de la violencia. La situación es insostenible y si no se adoptan medidas legales urgentes será cada día más difícil restaurar el imperio de la ley y la seguridad ciudadana. En este contexto de ausencia política e institucional del Estado frente a la insurrección separatista, se explica que el presidente Torra no sólo pidiera en el Parlamento catalán, ayer, contención a los Mossos frente a los terroristas urbanos de los CDR, sino que también anunciara un nuevo referéndum de autodeterminación en 2020. Que los partidos nacionalistas no respaldaran esta propuesta no es porque no compartan la estrategia secesionista, sino que discrepan de la táctica de Torra. La sentencia del Tribunal Supremo sobre el «procés» marca pautas para que el Estado reaccione más y mejor ante un nuevo asalto independentista.

Sánchez y Torra protagonizaron sendas intervenciones públicas en las que quedaron identificados como las imágenes clásicas del apaciguador fracasado y del nacionalista envalentonado, respectivamente. España no necesita un Chamberlain que proponga a los españoles más «esperar y ver», cuando lo cierto es que España lleva cuarenta y un años, desde 1978, esperando que el nacionalismo sea leal, y no lo ha sido, y viendo cómo el Estado solo se manifiesta con fuerza legítima cuando la situación llega a límites innecesariamente críticos. No hay moderación, proporcionalidad ni firmeza en permitir que Torra siga siendo presidente de la Generalitat -un sujeto cuyas relaciones con los CDR encarcelados por terrorismo serían suficientes para detenerlo-, en no aplicar la Ley de Seguridad Nacional o el artículo 155 de la Constitución, en no promover que a los detenidos en Cataluña se les aplique la legislación antiterrorista y sean trasladados a la Audiencia Nacional y en no iniciar la ilegalización de grupos políticos alienados con la violencia de estas jornadas. La prueba de la firmeza es una acción política con decisiones concretas y hechos inequívocos. Las declaraciones melifluas de Sánchez se diluyen en el fragor de la violencia separatista.

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