Mayte Alcaraz

Clemente y Villar

El rubio de Baracaldo ha vuelto. No para pedir perdón por no amar los colores de España, no. Para defender al honrado Villar

Mayte Alcaraz

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Cuando Javier Clemente entrenaba a la selección española siempre me resultó desconcertante. Cobraba un pastizal por dirigir al combinado de España (de 1992 a 1998) y parecía que lo hacía con la nariz tapada, como si el resto de españoles tuviéramos que agradecerle que olvidara su corazón nacionalista para hacer el soberano esfuerzo de gestionar el equipo de una nación a la que él, con su clarividente cabeza política, ya adivinaba entonces dividida en catorce países. Al correr de los años nos contó que cuando escuchaba el himno nacional, como vizcaíno de pura cepa que era con sangre del PNV en sus venas, la emoción solo le asaltaba porque representaba, no a España y a sus colores, sino al resto de entrenadores. Nunca aclaró si a los de su colegio de Nuestra Señora de La Salle, a los de su tierra natal de Baracaldo, o a los de Europa en general, que en su imaginario ya estaría integrada por esas catorce naciones desmigadas de España.

A los madrileños nos dio un subidón cuando nos perdonó la vida y se mostró partidario de que la villa y corte también fuera independiente . No hubo un solo vecino de Madrid que no hiperventilara ante tamaño horizonte de libertad y prosperidad solo tributario de un análisis político tan fértil como el del rubio de Baracaldo. Reconocido partidario de una " selección de Euskadi ", entretuvo su tiempo de descuento en el deporte, tras su marcha de "la roja" sin un mal título, a mercenarios esfuerzos por dotar de lustre a equipos punteros como Camerún, Serbia y Libia. A falta de una épica nacionalista que librara a su pueblo de las cadenas de España, el míster se aseguró en esas democracias consolidadas una suculenta jubilación privada para complementar la pensión pública que ya tenía garantizada en la caja común de un gran país del sur de Europa al que él se había empeñado en descuartizar.

Pasaré por alto los comentarios de mal gusto que, en sus años en el Athlétic, le dedicó a un jugador negro. Solo diré que tenían que ver con árboles y monos . Pongan ustedes la literatura. Pero cuando le creíamos en un caserío disfrutando de la paz espiritual que solo un Rh como el suyo puede reportar, Clemente acaba de resucitar en nuestras vidas. No para pedir disculpas a todos los periodistas deportivos a los que insultó e incluso deseó males mayúsculos; ni para dar explicaciones sobre la yerma trayectoria del equipo nacional hasta que llegó Luis Aragonés; ni para empatizar con tantos aficionados que vibraron con España, colores a los que él nunca amó más allá de las primas que le reportaban. No, Clemente se ha vuelto a aficionar al pinganillo televisivo para defender a un gran amigo, a un ejemplar en extinción, a un hombre que se viste por los pies, a un patriota de grandes causas, a un profesional honrado y generoso, a un solidario gestor de dinero público, a un ciudadano sin mácula. A Ángel María Villar .

Tuve ocasión de preguntar el miércoles a Clemente en Telecinco por los fundamentos de esa defensa a ultranza, más allá de los vínculos afectivos que le unen a Villar, siempre respetables. La respuesta me ha sido imposible procesarla todavía: " Lo de Villar es una cuestión de papeles mal hechos ". Cuando se le inquirió por el contundente auto del juez Pedraz contra su amigo, el seleccionador retirado espetó que no conocía más auto que en el que se monta todas las mañanas. Finalmente Clemente concluyó: " Yo no estoy de acuerdo con que se meta en la cárcel a Villar porque todo lo que hizo fue con dinero privado ". Está claro que los amigos hablan por nosotros y demostrado  que la clarividencia no se pierde con los años.

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