Editorial ABC

Ciudadanos, del dicho al hecho

El partido fundado por Albert Rivera está sumido en un período de discordias y fugas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El partido fundado por Albert Rivera está sumido en un período de discordias y fugas. Esta formación cuajó en Cataluña como alternativa a los partidos tradicionales frente al nacionalismo, pero, a pesar de su credencial constitucionalista, no ha llegado a consolidarse en otras comunidades con presencia nacionalista, como el País Vasco. Realmente, Ciudadanos ha funcionado como un partido-refugio para los votantes desencantados, principalmente del PP. Allí donde la corrupción ha golpeado más a los populares, los votantes han premiado al partido naranja. Sin embargo, la formación de Rivera tiene más expectativas que resultados. El empeño en aferrarse al eslogan de que «no queremos sillones», muy atractivo, no permite medir su capacidad para gobernar, condición a la que debería someterse todo partido.

Esta táctica mantiene la incertidumbre sobre sus verdaderas cualidades para asumir responsabilidades más allá de la influencia en la formación de gobiernos, a los que luego somete a una constante amenaza de inestabilidad, como sucede con el gobierno de Cifuentes.

Internamente, esta prolongación de la adolescencia política de Ciudadanos tiene su coste. Desde principios de año, su militancia ha bajado de 31.000 a 22.000 afiliados y desde las elecciones municipales y autonómicas de 2015 ha perdido 145 cargos públicos. El cambio de identificación ideológica, de la socialdemocracia al liberalismo, también ha causado confusión en aquellos sectores que procedían del voto socialista. Como factor de estabilidad nacional y local, conviene que Ciudadanos resuelva estas crisis internas y, además, avance en su papel en la política nacional, con un salto a la participación en gobiernos, porque en política no siempre se puede nadar y guardar la ropa.

Ver los comentarios