EDITORIAL

Cien días de cesiones y trampas

No es de recibo que Sánchez afirme que hablar sobre su tesis «enturbia la calidad de la democracia»

ABC

No es de recibo que Sánchez afirme, como hizo ayer en La Sexta, que hablar sobre su tesis «enturbia la calidad de la democracia». Y mientras, se escuda en sus socios para no dar explicaciones en el Congreso

Pedro Sánchez es un político que no entiende bien el principio de la rendición de cuentas. No consiste en responder ante la opinión solo cuando a uno le parece bien, ni elegir, como hizo anoche, los canales de comunicación que a uno le convienen. Es un principio que, en las democracias parlamentarias, se encauza a través del Parlamento, en debates públicos, cara a cara con la oposición y con los riesgos de una confrontación no siempre previsible. Después de haber mentido al Congreso de los Diputados sobre la disponibilidad de su tesis doctoral en internet -cuando lo dijo sólo estaba disponible una escueta ficha en la base de datos Teseo, pero no el texto-, y de la cadena de informaciones ofrecida por este periódico sobre la obra en cuestión, un presidente del Gobierno puede organizarse una gira a la medida en sus zonas de confort mediáticas y públicas, pero siempre después de haber actuado con responsabilidad democrática, es decir, rindiendo cuentas en el Parlamento. Lo que no es de recibo es afirmar que «hablar sobre mi tesis es enturbiar la calidad de la democracia», como hizo en La Sexta sin ningún pudor. Pedro Sánchez no dudó en acudir al Congreso de los Diputados con una coalición siniestra de antisistema, proetarras y separatistas, entusiasmada ante la idea de hipotecar en La Moncloa al dirigente de un grupo de 84 diputados. Pero cuando 169 diputados -PP y Cs- le reclaman explicaciones sobre su tesis doctoral, Pedro Sánchez huye del Parlamento con la complicidad -más bien encubrimiento- de unos socios de coyuntura que, en forma de cesiones, lesivas para los intereses de España, saben cobrarse bien cada favor que hacen al presidente del Gobierno.

El estado político actual del presidente del Gobierno es un fracaso. No hay un frente de la acción de su Ejecutivo que tenga resultados positivos para la generalidad de los ciudadanos. Se ha dedicado -y esto lo ha hecho bien- a alimentar la exasperación de la izquierda más radical y radicalizar a la izquierda más moderada, como ya hiciera Rodríguez Zapatero. Y a medida que el escándalo de la tesis doctoral perdure y se agrave, Sánchez y sus estrategas echarán más Franco y más Iglesia católica a la hoguera de la demagogia. Entre tanto, la impunidad campa de nuevo en Cataluña, pero con un socialismo que ya no tiene siquiera la decencia de equilibrar su discurso con mínimas referencias a los constitucionalistas catalanes. La economía se enfría a ojos vista, pero el dúo Sánchez-Iglesias no ofrece más disyuntiva que aumentar el déficit o los impuestos. El Parlamento está bloqueado y difícilmente podrá aprobar un presupuesto admisible para Bruselas. Dos ministros dimitidos y una portavoz haciendo cálculos de bajas entre yemeníes con las bombas vendidas a Arabia Saudí. Cien días de vergüenza ajena.

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