Carretera a la ruina

Buen gripazo se va a pillar la economía con Pedro y Pablo

Luis Ventoso

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Tal vez lo único que conservo de la remota adolescencia es mi gusto por los Ramones. Ya sé que son primarios, con su punk de letras tontolabas y sus tres acordes y medio. Pero si los escucho no puedo evitar que se me escape una sonrisilla y se me mueva un poco la cachola. Mi tara ramoniana llega tan lejos que algún día aspiro a escribir un libro sobre ellos mano a mano con el egregio filósofo Gabriel Albiac, también de la secta del «Gabba, Gabba, Hey». En 1978, los Ramones publicaron su disco «Road to ruin», carretera a la ruina, que incluía la canción «I wanna be sedated», quiero ser sedado. Jamás pensé que los punkarras neoyorquinos servirían para explicar la situación política española. Pero allí nos dejaron la síntesis exacta del plan panfletario y manirroto que ayer firmaron Iglesias y Sánchez: la ruta a la ruina, con un programa que aspira a narcotizar a la sociedad con subvenciones y que penaliza el esfuerzo y la iniciativa.

Los españoles hemos sido inmensamente frívolos con Podemos. Los hemos tratado como un pasatiempo, una gracieta, un desahogo; sin reparar en que se trata de un partido comunista y antisistema, que si rozaba el poder haría mucho daño. Sánchez, que llevaría a su abuela a una casa de empeños con tal de seguir una hora más en La Moncloa, se ha plegado a los dictados de Iglesias para sobrevivir. El proyecto de presupuestos es en realidad un manifiesto electoral y una utópica carta a Papá Noel. Resumiendo: pretenden freírnos a impuestos para disparar el gasto público en 6.000 millones anuales, en un país que tiene una deuda pública equivalente al 98 por ciento de su PIB (y que nos vimos obligados a contraer precisamente para apoquinar el pufo de la anterior verbena socialista, la de Zapatero).

España no es una isla. Necesita capital exterior y la inversión de compañías foráneas. Desde ayer, el dinero global mira a España y lo que ve es un neón que anuncia que aquí gobiernan los socialistas al dictado de los comunistas, que se hace pagar más impuestos a los directivos, que se penaliza a las empresas subiendo la tasa de sociedades (cuando todos nuestros competidores la están bajando). Por supuesto que hay asuntos que corregir. España acometió una durísima devaluación interna para salir de la crisis y los salarios del rango bajo son impresentables (especialmente cuando vienen de gigantes como Amazon). Pero eso se afronta con un acuerdo meditado con empresarios y sindicatos, no a la brava y con un parche pergeñado en una noche por comunistas y socialistas. El proyecto de Iglesias y Sánchez rezuma además resentimiento y dogmatismo izquierdista. ¿Por qué la barra libre a las injurias al Rey? ¿Por qué en un país seriamente amenazado por el terrorismo toca cepillarse una ley de seguridad que funcionaba perfectamente? ¿Por qué dar un pastizal a las lenguas cooficiales cuando se somete a la Real Academia Española a la penuria?

En un momento en que la economía se está ralentizando, el alarde social-comunista de ayer es como poner a correr la maratón a un paciente con anemia. Ante este trágala de ingeniería social y gasto alocado a cargo de un presidente no votado, asombra que los españoles no se manifiesten exigiendo elecciones.

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