La camiseta

Dile a ese niño desilusionado que conserve con orgullo su camiseta porque en ella está impreso el nombre de una leyenda

Cristiano Ronaldo ABC
Ignacio Camacho

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A ese hijo o a ese nieto que te interroga desde la mirada brumosa del desencanto, dile que su camiseta del 7 no ha caducado . Que se la vuelva a poner, cuando lo lleves al campo, con la misma ilusión del día en que la recibió como regalo. Y que cuando se le quede pequeña la guarde con mucho cuidado porque de adulto lo transportará a una memoria que le gustará evocar ante sus propios vástagos. Todos los niños recuerdan la primera vez que fueron al fútbol con su padre de la mano, ese instante de emoción insondable en que se desplegó ante sus ojos el verde intenso de la pradera y la majestad rumorosa del estadio. Él no lo puede saber ahora, atrapado en la zozobra infantil de un fiasco, pero de mayor se buscará a sí mismo entre los pliegues de su pasado y se encontrará subiendo aquella escalera de hormigón vestido de blanco, con una zamarra que llevaba en la espalda el nombre de Cristiano Ronaldo.

Y no será sólo un simple recuerdo escondido entre los paréntesis dominicales de las jornadas de colegio. Será el testimonio de haber asistido a un privilegio , como el que acaso tu propio padre te contaba de los días de Don Alfredo. El chaval no lo va a entender aún, envuelto como está en esa especie de frustrado desconcierto, pero ya está empezando a aprender que el fútbol es mucho más que un juego. El fútbol, cuando se vive como un sentimiento -y casi siempre se vive así, sea cual sea tu equipo, con una cosquilla emotiva que te sacude por dentro-, también sirve de medida para revisar la experiencia y ordenar el tiempo. Como un calendario entre cuyas arrancadas hojas buscar de vez en cuando los momentáneos destellos de unas tardes de esplendor imperecedero, de esas breves, vibrantes metáforas del éxito que se te graban a fuego en el alma con un vigor eterno.

Dile a ese chico que conserve su camiseta , porque aunque todavía no lo sepa en ella está impreso el vestigio de una época. Porque pasarán muchos años hasta que vea a otro jugador con el mismo nervio, con la misma garra, con el mismo carisma, con la misma energía mental para superar sus limitaciones en un noble desafío de grandeza. Porque pronto se olvidarán los caprichos narcisistas, el ego desbocado de la estrella, y quedará el ejemplo de un formidable liderazgo de mérito y de excelencia. Porque todos los que han tenido la suerte de presenciar sus proezas recordarán siempre esta década de fulgor con la aureola de una leyenda .

Díselo: que sea consciente de lo que ha visto. Por pequeño que sea ya intuye que aunque el fútbol no dé la felicidad ayuda a compensar los contratiempos de la vida y a combatir el pesimismo. No dejes que se le disipe el mito porque la infancia necesita héroes, paradigmas, arquetipos. Explícale que da igual que el suyo se haya ido ; que se quedará en esa camisola que le regalaste mientras sea capaz de vestirla con el orgullo de un símbolo.

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