Vidas ejemplares

Burbujas

Pues sí, estas navidades habrá que brindar con el señor Bonet

Brindaremos por Cataluña, por Bonet, que con 76 años a cuestas se ha partido la cara dialécticamente contra la agresión separatista, REUTERS
Luis Ventoso

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Allá en los alegres ochenta, el padre de unos amigos tenía a gala ser un gran bebedor de whisky. Alardeaba de poseer un paladar superior para el escocés, casi infalible. Desde luego al hombre no le faltaba entrega en su afición, según delataban un rostro rubicundo y un humor siempre chisposo. Sin embargo sus hijos no creían para nada en sus capacidades de catador de licores y solían cachondearse de sus vanidades de experto. En una de las discusiones familiares le propusieron un reto: una cata a ciegas. ¿Sería capaz de distinguir un Chivas, un JB y un Dyc? «Tirao», respondió el patriarca con aplomo risueño (y ya con un par de on the rocks encima). El experimento se llevó a cabo. Tres vasos idénticos con sus licores dorados dentro. Primer trago: «Este es el JB». Segundo vaso: «Hmm, el Chivas, ya se nota», gran sonrisa de delectación ante la marca de más calidad. Por fin el último lingotazo: «Uff, ¡el segoviano!». Huelga decir que el especialista no dio una a derechas.

Desde que España se volvió un poco rica y se disparó el número de restaurantes ha crecido el número de comensales expertos en vinos y licores. También la pedantería y las fantasmadas. Hoy tropa recién salida del calimocho se las da de experta en el pinot noir, los taninos y «el golpe seco en el retropaladar». Todos hemos simulado alguna vez entender un poco de vinos, en especial en lances galantes, en intentos patéticos de impresionar. Pero ha llegado la hora de confesar: si me tapasen los ojos, dudo que fuese capaz de distinguir al cien por cien un ribera de un rioja.

Siendo casi un analfabeto funcional en vinos, en los últimos años hemos bebido por navidades champán francés, por la mera ilusión de algo especial, fuera de lo habitual (aunque a buen seguro habría sido igual de feliz con la batalladora sidra El Gaitero que veía en los banquetes de mi infancia). Pero este año será diferente. Esta vez bridaremos con cava de Cataluña, y más exactamente con el que embotella un catalán ejemplar y un español estupendo: José Luis Bonet , el presidente de Freixenet.

Sí -y siguen las confesiones- a mí también me ha pasado: irritado en las horas más duras del golpe sedicioso, alguna mañana, mientras me lavaban los dientes, sopesé cambiar de dentífrico, abandonar mi marca barcelonesa de siempre. Habría sido un error. El boicot no deja de ser un modo de reconocer la fuerza de los sediciosos . Supone también un daño a la mayoría de catalanes que se sienten españoles y a la propia España, pues como es evidente Cataluña forma parte de ella. Boicotear los productos de una parte de nuestro país es responder a unos cazurros haciendo el cazurro. Levantaremos la copa de cava. Brindaremos por Cataluña, por Bonet , que con 76 años a cuestas se ha partido la cara dialécticamente contra la agresión separatista, por España y también por que algún taimado delincuente, que no vamos a citar, deguste las uvas en las acogedoras instalaciones de Estremera.

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