Edurne Uriarte

El buen patriotismo y el 155

No hay patriotismo sin sentimientos, y eché de menos ese patriotismo en los oradores del domingo

Edurne Uriarte

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UN participante en mi blog comentaba el domingo mi último post, «La resurrección del patriotismo español», con el deseo de que ese patriotismo resucitado en Barcelona no se pierda como ocurrió con el Espíritu de Ermua. Un deseo que comparto, pero al que antecede otro más urgente, que ese patriotismo se convierta en el cimiento civil que sostenga al Estado en el difícil restablecimiento de la legalidad y la democracia en Cataluña. Sobre todo, si a lo largo del día de hoy los líderes independentistas prosiguen con su golpe de Estado y proclaman la independencia, sea inmediata o diferida.

El domingo fue un día histórico para el patriotismo español , cuando estalló como no lo había hecho en todo el período democrático y en el lugar menos esperado, Barcelona. Décadas de miedo y silencio superadas por una explosión ciudadana masiva. Jamás habíamos visto tantas banderas nacionales en las calles, tampoco en aquel Espíritu de Ermua, cuando a Miguel Ángel Blanco y a tantos otros los asesinaron por su defensa del derecho a ser español. Pero, entonces, al menos se habló, y mucho, del llamado patriotismo constitucional. Y, sin embargo, el domingo, los dos oradores, Mario Vargas Llosa y Josep Borrell, hicieron magníficas defensas de las reglas democráticas, del Estado de Derecho y de la pluralidad de la sociedad catalana, pero omitieron el patriotismo que vibraba a sus pies y hasta lo rechazaron.

Mario Vargas Llosa alertó de los males de la pasión patriótica y Borrell la rechazó de plano, como si no hubiera un patriotismo democrático y pluralista que fortalece el compromiso de la sociedad civil con las instituciones. A pesar de que lo tenían delante de sus ojos, en ese millón de personas y otros tantos millones en el resto de España que son patriotas de una España unida y plural, que defienden la unidad de la nación pero también uno de los modelos federales más descentralizados del mundo. Y que lo defienden con emoción porque no hay patriotismo sin sentimientos, o, lo que es lo mismo, sin compromiso, sin entrega, sin pasión y sin sacrificios. Si no fuera así, nadie habría arriesgado su vida frente a ETA ni hubiera sido asesinado por sentirse español.

Eché de menos ese patriotismo entre los oradores del domingo, como eché de menos a un orador cercano a la derecha junto al político socialista cercano a Pedro Sánchez y al intelectual simpatizante de UPyD y Cs. Porque una y otra vez la voz de la derecha es sacrificada en aras a la integración de la izquierda, aunque sea precisamente la derecha sociológica la que constituya en España el núcleo fundamental del buen patriotismo español. Y si el Gobierno decide aplicar el 155 o cualquier otra medida excepcional, el patriotismo de la sociedad civil será imprescindible para su éxito. Sin complejos, con pasión, el de la izquierda, el del centro, pero también el mayoritario de la derecha.

El 155 dará lugar a situaciones mucho más complicadas que la del 1-O, a boicots, manifestaciones, quizá violencia y, probablemente, nueva dejación de los Mossos y otras instituciones catalanas. Y una resolución exitosa de esa tensión requiere de partidos que apoyen sin fisuras a los cuerpos policiales y a la Justicia y que no otorguen legitimidad a los golpistas con la invocación al diálogo, como lo hicieron algunos tras el 1-O. Y requiere igualmente de un patriotismo de la sociedad que mantenga la fortaleza y la serenidad cuando la situación se ponga difícil, que lo hará.

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