Rosa Belmonte

Bloques de hormigón

El artista que ha hecho esa especie de «Holocausto para dummies» es más insensible que la gente a la que critica

Rosa Belmonte
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Teresa Gimpera todavía no sabe de qué va «Fata Morgana», película que en 1966 dirigió Vicente Aranda con guión de Gonzalo Suárez. Una rareza experimental e intelectualoide, pop y terrorífica. Un ejemplo del fantaterror español. Una película de la Escuela de Barcelona con argumento fantástico y Gimpera como scream queen comestible. Tan confundidos como ella se sentirán los que van al Memorial del Holocausto en Berlín y se hacen fotos moñas. Quizá no saben de qué van esos bloques de hormigón mareantes en formación laberíntica colocados donde estaba la Cancillería.

Hace unos días conocimos la web Yolocaust, de Shahak Shapira, un artista israelí. El tipo agarró a estos jovenzuelos instagrameados haciendo el pino y los colocó sobre cadáveres amontonados de los campos de exterminio.

Ayer conocíamos que ocho de las doce fotografías han sido eliminadas del portal a petición de los protagonistas involuntarios. Al presentarse la web hubo quien cuestionó que se impusiera al visitante una percepción de lo representado. Cuando se inauguró el monumento, el presidente del Reichstag lo describió como «lugar donde comprender la soledad, la impotencia y la desesperación». Vale. Son bloques de hormigón. El propio arquitecto predijo que la gente haría picnics (hay guardias tratando de guardar el decoro, aunque algunos hagan el pino). Volvemos al debate sobre la comprensibilidad del arte contemporáneo. O a la metáfora de este homenaje a las víctimas de la Shoah. Lo que el israelí ha hecho es explicarlo. En lugar de Yolocaust, esta cosa (las fotos con los cadáveres) podría haberse llamado «Holocausto para dummies».

Banalización, trivialización y frivolización son las tres cruces con las que cargan muchos. «La mamarrachada de Liberté, Egalité, Fraternité», decía Unamuno (bueno, para Foxá la Revolución Francesa lo había echado todo a perder). La tan celebrada novela «Las chicas», escrita por Emma Cline, banaliza los asesinatos Tate/La Bianca y a la secta de tontas liderada por Charles Manson. Cline nació en 1989, veinte años después de los crímenes. El director de cine John Waters es probablemente uno de los grandes conocedores de esos asesinatos, de los asesinos, de los juicios y de la situación actual de cada implicado. Waters está muy relacionado con una de las asesinas. Así empieza su relato en el libro «Mis modelos de conducta»: «Tengo una muy buena amiga que fue condenada por asesinar a dos personas inocentes a los diecinueve años durante una horrible noche de locura sectaria en 1969. Se llama Leslie Van Houten y pienso que les caerá tan bien como a mí». Waters se arrepiente de haber frivolizado con el asunto. «También soy culpable. Culpable de usar los asesinatos de Manson de manera chistosa e insolente en mis primeras películas, sin la menor sensibilidad hacia los familiares de las víctimas o hacia las vidas de los jóvenes asesinos con el cerebro lavado por Manson, también víctimas en este caso lamentable y terrible». «Pink Flamingos» estaba dedicada a las chicas Manson («Sadie, Katie y Les»).

John Waters tiene 70 años. Ha llegado un momento en que sólo me fío de la gente mayor y sensata. Las chicas Manson eran jóvenes, la que escribe «Las chicas» es joven, los que se hacen las fotos en el monumento berlinés son jóvenes. Y joven es Shahak Shapira, el artista. Sus montajes de cuerpos esqueléticos amontonados son mucho más insensibles hacia las víctimas que las fotos de los otros con poses ridículas. Se puede no entender «Fata Morgana» pero a los cadáveres se les entiende todo. Y en los bloques no hay.

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