Hermann Tertsch

Bautzen y su leyenda

Bautzen y alrededores soporta la presencia de varios miles de refugiados musulmanes

Hermann Tertsch
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Bautzen es una bella ciudad medieval en lo que era la Alemania central que quedó en el este cuando Stalin corrió el mapa y sus fronteras en dirección contraria. A pesar de dar nombre a una de las últimas feroces batallas de 1945, no ardió ni quedó reducida a escombros como cientos de otros pueblos y ciudades de Alemania. La lejanía de los combates del núcleo urbano preservó la joya de su núcleo urbano medieval, sus casas barrocas, sus iglesias, murallas, torres y fortalezas. Una joya. Bautzen también fue famosa bajo la dictadura comunista entre 1945 y 1989 como la peor dirección postal posible. Porque allí había que mandar el correo a los presos políticos en la principal prisión del Ministerio de Seguridad del Estado, conocido como Stasi, donde hoy está el «Memorial para las víctimas de la dictadura de comunismo y socialismo».

Mucho se invirtió en los pasados veinte años para que esta ciudad pudiera por fin dejar tras de sí su mala fama y beneficiarse de su belleza como monumento histórico. Inversiones públicas y privadas para acondicionamiento, hoteles e infraestructuras prometían trabajo y prosperidad para este rincón oriental remoto. Pero los sueños se frustraron bruscamente cuando parecían cerca de cristalizar. Hoy los medios alemanes y extranjeros vuelven a hablar de Bautzen como antaño con temor. O peor aún, con desprecio. Y lo tachan de foco indeseable de nazis y racistas. Difícil lo tendrían los hoteles para seducir a turistas con los titulares de esos medios políticamente correctos y autocomplacientes. Bautzen es de las pocas ciudades pequeñas de Alemania oriental que no tenía que resignarse a que la falta de trabajo e inversión forzara la emigración hacia el oeste de todos sus mejores jóvenes. Hoy hay hoteles que no podrían acoger a los turistas aunque llegaran. Porque están llenos de extranjeros de países remotos cuyas facturas paga el erario alemán. Son los refugiados que suponen la condena objetiva para la ciudad, convertida ya en símbolo de todos los damnificados por una política de inmigración que en un año ha cambiado Alemania.

Bautzen y alrededores soporta la presencia de varios miles de refugiados musulmanes. Muchos son familias pacíficas e intentan salir adelante en residencias en las que muchas veces malviven aterrorizados por fanáticos. Pero hay grupos de jóvenes con una agresividad y desprecio a todo que han trastornado la vida de la ciudad. Y generado un miedo y permanente inseguridad que nunca tendrán que soportar los barrios en los que viven los políticos y periodistas alemanes. Desde hace más de un año hay agresiones cotidianas a las mujeres, robos, peleas, agresiones, palizas. Nadie se siente ya seguro. No hay suficiente Policía. Y la inmensa mayoría de los ciudadanos honrados y de todas las ideologías no se atreven a protestar por miedo a que las televisiones estigmaticen aún más a la ciudad como «urbe nazi» y la hundan en mayor miseria. En las últimas semanas jóvenes árabes han agredido tanto a los pocos grupos de habitantes que se atreven a protestar como a las decenas de ultraderechistas que acuden y también a la Policía. Pues toda la culpa la tienen los nazis. Eso dice la corrección política de los medios, que por el bien del supuesto «antirracismo» oculta toda realidad que le resulte incómoda. Como se intentaron ocultar y negar las agresiones sexuales masivas de Colonia de Nochevieja. Y como se hace a diario en estadísticas e informaciones en todos los medios alemanes. La cómoda e injusta leyenda. Bautzen no es un símbolo del racismo ni el nazismo, sino de la hipocresía de un sistema que no sabe sino mentir para ocultar las miserias que genera. Y que después se lamenta en sus medios cuando cada vez más alemanes demuestran haber dejado de creerles con su voto a una «alternativa» que no les gusta.

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