May, ante el espejo de sus problemas

La premier no puede buscar en Bruselas solución a un atolladero que debe resolverse en Londres. El Acuerdo de Retirada no se toca, es Gran Bretaña quien debe decidir si se va o se queda

ABC

Las últimas peripecias políticas en torno al Brexit confirman que el Partido Conservador británico no logra salir del laberinto de sus relaciones con Europa en el que lleva metido desde hace cuarenta años. La contradicción que arrastran los «tories» respecto a la UE no se ha resuelto ni con el referéndum de 1974, cuando los británicos decidieron permanecer en la UE, ni con el de 2016, cuando decidieron salir. Y tampoco ha servido para nada el intento de atacar el liderazgo de Theresa May, cuyo principal problema sigue siendo convencer a los diputados de Westminster de que han de ratificar el Acuerdo de Retirada, para lo que la primera ministra está muy lejos de haber logrado una mayoría. Para colmo, el Partido Laborista, que tradicionalmente se había considerado como un bastión del europeísmo en el Reino Unido, está ahora sometido al liderazgo cicatero de Jeremy Corbyn, cuyas ideas no ayudan en absoluto a aclarar el panorama.

El plan de los líderes de los demás países de la Unión Europea de poner a May ante el espejo de sus propios problemas -llevado a cabo ayer en la reunión del Consejo Europeo- es la respuesta adecuada. Es ella quien tiene dificultades para ratificar el Tratado de Retirada en Londres y es poco razonable buscar las soluciones en Bruselas. Menos aún si se tiene en cuenta que, después del dramático voto sobre su liderazgo, lo que les está pidiendo a los dirigentes de la Unión es, prácticamente, que la ayuden a evitar un segundo referéndum, que en estos momentos es la única alternativa posible capaz de desbloquear la situación y seguramente la más atractiva para los comunitarios.

En todo caso, lo más evidente es que prolongar esta situación no sirve para nada, salvo que se produzca un cambio sustancial en la posición del Reino Unido. Un par de meses o de años en este limbo decisorio no haría más que añadir incertidumbre en todos los sentidos. El Tribunal de Justicia Europeo les regaló recientemente una sentencia en la que se definen los límites para ejercer, si lo desean, la opción de anular todo este lamentable proceso y volver a la situación que tenían como miembro de pleno derecho. Es decir, que desde la parte europea ya no se pueden dar más facilidades para que los británicos tomen el camino que consideren conveniente. Y por ahora todas las rutas les llevan a la constatación de que someter su pertenencia a la UE fue una idea pésima y que sacar a su país del proyecto en el que llevaban integrados más de 40 años es no solo contraproducente, sino extremadamente difícil.

Todavía están a tiempo de rectificar, aunque todo parece indicar que el sentido común está ausente del debate, como lo ha estado casi siempre en el caso de las relaciones entre el Reino Unido y el resto de Europa.

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