El recuadro
Dos años sin Remo
Aprendimos contigo a ver la grandeza de Dios en la perfección de sus criaturas
Llegaste, Remo, en brazos de Isabel, una mañana lluviosa del otoño del 2002. Te había recogido en la calle, en los jardines de casa, maullando, solo, abandonado, como pidiendo compasión, amparo, cariño. Venías mojado, con tu largo rabito chorreando, aterido del frío de la calle. ...
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