Ángeles caídos

Aún va a resultar que Sánchez y su equipazo son humanos

Luis Ventoso

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Eran días terribles. El Mordor pepero del señor oscuro Mariano ensombrecía el país. Pero dos valientes pajecillos, Pedrete y Albertito , alzaron sus espadas flamígeras para segar tanta maldad y abrir una nueva era, donde solo habría serafines incólumes y políticos inmaculados, que mearían agua de colonia y serían más solidarios, austeros y abnegados que Teresa de Calcuta. Los dos jóvenes discípulos de Savonarola se cepillaron la presunción de inocencia y las barreras protectoras de la vida privada. Con su intransigencia radical ante la debilidad ajena lograron grandes éxitos justicieros. Cifuentes perdió la presidencia porque una mano negra aireó imágenes de una cámara de seguridad , que legalmente debían haber sido destruidas, y salió a la luz que en su día padeció de cleptomanía y había robado dos cremas en un súper de barrio. Ana Mato hubo de irse porque su exmarido resultó ser un tunante que hacía negocios con Correa. Soria dimitió por una mentira (que si fuese un ministro de Sánchez ocuparía un suelto en una página par de «El País»). Por último, cayó también el mefistofélico Mariano, acusado de ser el mayor corrupto del Reino, debido a las chorizadas de dos alcaldillos a los que apenas conocía.

Una vez que los justicieros Pedrete y Albertito consumaron su hoguera de las vanidades, todos los habitantes del Reino respiramos aliviados. Atrás quedaba el ser humano falible y débil, capaz de incurrir en el error. Pedrete incluso justificó su alianza con los golpistas catalanes para ocupar la Presidencia argumentando que con él llegaba la limpieza total, una honradez a prueba de bombas. Para ello formó el Gobierno más ético, feminista, paritario, igualitario, exhumador y bonito de la historia. Un equipazo más austero que Simón el Estilita , santo sirio que se pasó 37 años encaramado en una columna. Más justo y estoico que Job, que soportó las crueles siete pruebas. Con mujeres de la talla de Calvo y Lola Delgado, más doctas y mesuradas que Santa Hildegarda de Bingen. Pero ahora nos asalta la perplejidad. Un ministro se tuvo que ir nada más llegar por ocultar sus problemas fiscales. Otra, por trampear sus estudios. El presidente incurrió en plagios en su tesis doctoral y en su libro, y cuando fue pillado, mintió sin empacho . La ministra de Justicia del Gobierno súper LGTB va y resulta que llamaba «maricón» a quien hoy es su compañero de gabinete. Además, siendo fiscal le reía las gracias a un policía gansteril cuando alardeaba de que él tenía una red de lumis para tender celadas a ilustres. Y el ministro cosmonauta aterriza con un chanchullo fiscal similar al que le costó el bigote a Soria, pero como flota en el espacio no pasa nada. Y Sánchez se cae en Nueva York del guindo del diálogo y ahora amenaza a los golpistas catalanes con elecciones, pues como bien sabía el viejo Mariano son irreconducibles y solo les sirve romper España.

Los ángeles han perdido las alas. Ya solo ofrecen lamentos a lo Trump y soluciones a lo Maduro: la culpa es de las «fake news» y urge controlar a la prensa, amenaza la genia Carmen Calvo. Elecciones ya. Por caridad.

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