10-S, nace el «casadismo»

En el partido ya no queda apenas nada de la Génova ni La Moncloa de la «era Rajoy»

Soraya Saenz de Santamaria Ignacio Gil
Álvaro Martínez

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Con la marcha de Soraya Sáenz de Santamaría desaparece cualquier rastro del «marianismo» en el nuevo PP. Nuevas alas por tanto para el charrán (que no gaviota) que le sirve de logo. En el partido ya no queda apenas nada de la Génova ni La Moncloa de la « era Rajoy », después de que la anterior secretaria general, María Dolores de Cospedal, haya dejado recientemente su último cargo orgánico en la formación, y de que la que fuera vicepresidenta del Ejecutivo desde 2011 anunciase ayer mismo en un comunicado que deja la política. Que ambas hace unos meses estuviesen pensando en suceder a Rajoy es relevante. La foto de las sillas en aquel Dos de Mayo, con una mirando a Boston y la otra a California era un manifiesto... Pero metafóricamente, el resultado final del panorama del poder pero se ajusta ahora a lo que suele ocurrir cuando dos corredores de fondo (en este caso corredoras) se enconan y vigilan tanto en la carrera que al final son superadas en la meta por un tercer competidor al que no echaron en cuenta.

Así que aunque oficialmente Pablo Casado es el líder de los populares desde el pasado 21 de julio, ayer, 10 de septiembre, debe ser considerado el verdadero momento fundacional del «casadismo». Naturalmente, el cargo lleva sus herencias del pasado y algunas de ellas le pesarán, como mochilas con piedras, cuando estas vengan de los tribunales en los que el partido aún debe purgar penas por su contribución al Patio de Monipodio donde habitan los granujas de la política nacional.

Por eso la tarea de rehabilitar la sigla, de volver a contar con la confianza y el apoyo de los ciudadanos, se antoja homérica si tenemos en cuenta la extraordinaria velocidad de los acontecimientos y la necesidad de montar un equipo políticamente musculado y con candidatos solventes y con tirón para afrontar el maratón de elecciones que se le viene encima a España en 2019. Municipales, autonómicas, europeas, con (probablemente) las andaluzas como aperitivo y la incógnita de cuándo Sánchez cumplirá la palabra que le dio a los españoles, desde las Cortes, de convocar elecciones para que sean estos los que le lleven (o no) a La Moncloa en vez de que le hagan de costaleros podemitas, proetarras o progolpistas... lo mejorcito de cada casa siempre que a uno no le importa que se la demuelan, cosa que a Sánchez, tan ricamente en el Mystere con la gafas, parece que le trae sin cuidado. Y es ahí, en las cosas que de verdad le importan y preocupan a los españoles, donde Casado puede empezar a levantar la nueva casa.

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