Tribuna
Los ciudadanos reclaman un nuevo contrato con la naturaleza
Óscar Martín es consejero delegado de Ecoembes
Resulta duro asumir que, en ocasiones, tengamos que hablar del final de la naturaleza. Pero los «biohechos», esos que dejan la huella de nuestras acciones sobre la naturaleza , nos enfrentan a una cruda realidad cuando se trata de valorar la relación entre seres humanos y entorno, una relación que necesita con urgencia lo que algunos expertos denominan «novus imago mundi»: una nueva conexión entre humanidad y naturaleza.
Hemos co-evolucionado con la naturaleza, pero mientras nosotros hemos crecido económicamente, ella ha sido la víctima de nuestras acciones para conseguirlo. En las últimas décadas, la población del Planeta se triplicó (ya somos 7.600 millones), los vehículos a motor pasaron de 40 millones a más de 1.200 millones y la población urbana aumentó del 30% a más del 50%. Pero esto no es cosa del pasado: hace unas semanas conocíamos que el verano de hoy día en España dura 5 semanas más que hace 40 años.
No solo nos hace falta repensar nuestro modelo de producir y consumir, también necesitamos una nueva dimensión moral para relacionarnos con la naturaleza. Aquí es imprescindible la labor de los Gobiernos (en todas las escalas), pues el compromiso de estos se traducirá en leyes enfocadas al cuidado del medioambiente . Aunque, sin duda, es en la conciencia y compromiso ciudadano donde empiezan las pequeñas grandes transformaciones.
Y aquí llegan las buenas noticias. La ciudadanía nos demuestra que va por delante de leyes y normas. La joven Greta Thunberg y los miles de jóvenes que salen a la calle en Europa en los «Fridays for future» para exigir soluciones para el cambio climático son un magnífico ejemplo de ello, como lo son también todos y cada uno de los ciudadanos que adoptan hábitos y actitudes de vida respetuosas con el medioambiente. Nosotros hemos creado el problema y nosotros hemos de solucionarlo.
Este sentimiento de responsabilidad ciudadana también se deja sentir en nuestro país. Cada vez son más las voces que exigen un cambio y, también, los gestos para contribuir a alcanzarlo. 37 millones de españoles afirman separar sus envases a diario, ciudadanos que no se conforman y confían en gestos como el reciclaje como parte de la solución al problema. Los españoles no han «escurrido el bulto», se han puesto manos a la obra y los datos de reciclaje de envases son muestra de ello: la aportación ciudadana a los contenedores amarillo y azul creció más de un 12% en 2018. Un claro ejemplo de que las cosas pueden y deben hacerse bien.
Sin embargo, el tan ansiado cambio no puede confiarse solamente al reciclaje y a los ciudadanos. Estos son conscientes del importante papel que juegan en la protección del medioambiente pero también saben que, sin la colaboración de empresas y administración, el recorrido de sus acciones es limitado. Ya no podemos mirar para otro lado: ha llegado el momento de aunar esfuerzos y remar en un mismo sentido.
La suma de voluntades comprometidas en este nuevo contrato moral con la naturaleza exige dejar de hacer las cosas tal y como las estamos haciendo. Hay que cambiar el modelo de consumir y, por ende, el de producir . Aquí es donde el papel de las empresas es crucial: han de convertirse en auténticos motores de cambio.
Conscientes de ello, cada vez son más las empresas que están dando un paso al frente en pro de un consumo y una generación más responsable. Prueba de ello es que, de la mano de Ecoembes a través de una estrategia conjunta, se comprometen -y así lo han hecho saber al Gobierno, del que siguen esperando una respuesta- a apostar por medidas tan importantes como el empleo de envases 100% reciclables, la reducción del uso de plásticos, utilizar materiales de origen renovable e incorporar material reciclado en nuevos envases… La sostenibilidad va ganando importancia en sus estrategias y algunas empresas se están convirtiendo en precursoras de los Objetivos de Desarrollo Sostenible .
También desde las administraciones se deben promover unos pueblos y ciudades más sostenibles, con la economía circular como eje de desarrollo. Su objetivo ha de ser ofrecer el mejor servicio a la ciudadanía, así como apostar por una legislación que se haga eco de esas voces por el cambio.
En este camino hacia una sociedad más responsable se nos presenta un gran aliado: la innovación. Debemos adaptarnos a unos ciudadanos cuyos hábitos de consumo han cambiado en los últimos años. Y, entre estos hábitos, está el del reciclaje. Por ello, hay que avanzar en el uso de las tecnologías para facilitarle al ciudadano su papel en el ciclo del reciclaje. Así, apostamos por el «Reciclaje 5.0», una iniciativa desarrollada en TheCircularLab -nuestro centro de innovación en economía circular- que conecta al ciudadano con el contenedor a través del móvil para movilizarle a reciclar más recibiendo, cada vez que recicle, unos puntos que podrá canjear por servicios relacionados con la sostenibilidad. Blockchain, gamificación, apps… la innovación es una herramienta cada vez más presente en todo el proceso de generación, consumo y reciclaje de residuos.
Sin embargo, y sin quitar valor a todo lo construido, tenemos que ser conscientes de que queda mucho por hacer. Debemos aspirar a una sociedad 100% recicladora en la que todos los residuos que generamos, y no solamente los envases -que únicamente suponen el 8% del total de residuos generados-, se reciclen. Es ineludible que todos los residuos se incorporen a la senda del reciclaje y, de igual forma, es imprescindible establecer una recogida selectiva obligatoria para todos. Si algo ha quedado claro es que es necesaria una movilización por parte de todos los sectores.
Ha llegado el momento de que la sociedad establezca una nueva conexión con el medioambiente, que se convierta en una sociedad que conviva con el entorno y no a costa de él; una sociedad que reescriba sus vínculos con la naturaleza. Parte de esta sociedad ya está en ello, solo debemos despertar al resto.
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